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Solo una pregunta se me viene a la mente cada vez que surge un nuevo motivo que ayuda a mantener encendidas las diferencias entre la alcaldesa Claudia López y el gobierno del presidente Iván Duque: ¿por qué de 32 ciudades capitales solo se presenta con Bogotá?
A la luz pública, la culpable de estos enfrentamientos parecería ser la alcaldesa Claudia López. Mucho de esto se debe a que es una mujer que suele llamar las cosas por su nombre, que detesta la lentitud y acostumbra a darles seguimiento a todos los procesos de manera milimétrica, y cuando estos no se dan en los tiempos acordados, presiona para que se cumpla con lo establecido.
Iván Duque, por su parte, ha demostrado ser todo lo contrario. En lugar de imprimirles agilidad a los procesos, los extiende en el tiempo, a tal punto que para mostrar resultados en su gestión ha tenido que apoyarse en los proyectos que dejó caminando el expresidente Juan Manuel Santos.
Mientras Claudia prefiere estar al lado de la ciudadanía, adoptando incluso posiciones incómodas —como tener que llamar la atención a los miembros de la Policía que en Bogotá han cometido excesos—, Duque tomó la decisión de encerrarse en el Palacio de Nariño para dedicarse a repetir el mismo discurso de lunes a viernes en un programa de televisión bastante aburrido y monótono.
Ambos defienden la institucionalidad, pero la diferencia de Claudia radica en que escucha los reclamos de la ciudadanía y de manera pública les da trámite a sus quejas, para que cualquier anomalía que se haya presentado no vuelva a repetirse. En cambio, Duque se inclina por delegar funciones, evitando reunirse con el colombiano de a pie.
Para colmo, los funcionarios del presidente Duque no han hecho mayor esfuerzo para que el trato entre el Gobierno nacional y el distrital mejore. Ya hemos visto que el director del Departamento Administrativo de la Presidencia, Diego Molano, da declaraciones como si ocupara una curul de oposición en el Senado de la República o en la Cámara de Representantes. Y ni hablar del comisionado de Paz, Miguel Ceballos, quien de manera extraña hizo algo que ni a Álvaro Uribe se le hubiera ocurrido, decir que las guerrillas estaban en Bogotá fraguando actos violentos, descalificando de paso al equipo del que hace parte, porque como todos sabemos el encargado del orden público es el presidente, y si la insurgencia está en la capital del país, las explicaciones las debe dar el primer mandatario. Gracias a Dios la ministra del Interior, Alicia Arango, tomó la sabia decisión de reflexionar y acudir al silencio.
Soy de los que cree que el presidente debe dialogar directamente con la alcaldesa de Bogotá, zanjar sus diferencias y encontrar el camino ideal que les permita trabajar en equipo y sacar adelante a la capital de la república. Dudo que el primer mandatario quiera trabajar al ritmo de Claudia, para eso se requiere un milagro del cielo, pero sí creo que es necesario encontrar una solución.
