Los colombianos estamos citados el próximo domingo 13 de marzo para elegir a quienes integrarán la Cámara de Representantes y el Senado de la República.
Para esto, se supone que los ciudadanos que vamos a acudir a las urnas para depositar nuestro voto debemos tener claro el nombre del congresista a quien apoyamos y que el móvil de este respaldo debe ser el trabajo que va a ejecutar, su compromiso con el país y, por supuesto, las ideas que tiene y que plasmará en los proyectos de ley y de actos legislativos que ejecute, junto al control político que ejerza sobre el Gobierno Nacional.
Lo anterior, pensando de una manera muy idealista, porque no se puede olvidar que esto es Colombia, un país donde cada elección se convierte en una especie de ríos por los que corre el dinero a la espera de alguien que llegue a ofrecer su voto por determinado valor económico.
Es por esto que se requería de la ayuda de los grandes medios de comunicación para que a través de ellos se dieran a conocer el mayor número posibles de candidatos a la Cámara de Representantes y al Senado de la República, sus ideas y proyectos. Sin embargo, esto no fue así, entre otras porque se prefirió darles pantalla a las consultas presidenciales y se olvidó que la intención del llamado a elecciones del próximo domingo 13 de marzo es la integración de un nuevo Congreso de la República.
Para elegir a quienes conformarán las dos cámaras del poder legislativo se requiere de la ayuda de la radio, la televisión y del periodismo digital, quienes en conjunto deben dar espacio no solo a los candidatos que les aseguren rating sino, además, a quienes por primera vez se dieron a la tarea de colocar sus nombres a consideración del electorado y que no son muy conocidos. Lastimosamente esta tarea no se cumplió, ni siquiera en un 20%.
Es quizás esta una de las razones por las que llegan los mismos a continuar con prácticas de clientelismo y corrupción o, lo que es peor, ingresan nuevas caras, más jóvenes valga decirlo, para continuarlas y garantizar a sus antecesores la continuidad del poder que han adquirido a partir de la compra de votos.
Elegir un buen congresista requiere no solo conocer sus ideas sino además compararlas con las que presentan los otros candidatos; saber si cuenta con la disposición para atender y estar presentes en las sesiones de las comisiones y plenarias y, lo más importante, si tiene el suficiente criterio para votar los proyectos de acuerdo con su pensamiento y análisis. En pocas palabras, que no van a ser una especie de segundos “Anatolios”.
En la decisión de cada colombiano que acuda a los puestos de votación está la conformación de un nuevo Congreso de la República, que puede ser uno al que lleguen personas que tengan la disposición para darle al país las mejores leyes y ofrecer buenos debates de control político u otro integrado por representantes y senadores que solo se acerquen a las comisiones y plenarias para registrarse y a los 10 minutos retirarse a otros menesteres porque su voto lo comprometieron con antelación, o lo que es peor, que convierten su curul en una especie de trono que los hace creer reyes, príncipes o divas intocables y están seguros de que cada colombiano debe rendirse a sus pies. Como estos últimos conozco a varios y varias que están en el legislativo pero también sé de algunos y algunas que buscan llegar por primer vez.
En un país como el nuestro, elegir un buen congresista no es una tarea fácil. Sin embargo, hay que intentarlo si no queremos ver a los mismos mañosos o a unos nuevos haciendo de las suyas.