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Cuando el acusado de violación no es un sacerdote

Óscar Sevillano

25 de octubre de 2018 - 12:00 a. m.

Si la persona señalada de acoso y posible abuso sexual en el San Viator no hubiese sido el sacerdote Albeyro Vanegas, exrector del plantel, sino el celador del colegio, no me cabe la menor duda de que las directivas de la institución le habrían exigido su renuncia inmediata, los padres de familia estarían pidiendo explicaciones y con seguridad que los alumnos protestarían no a su favor, sino en contra.

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Lo anterior no son simples especulaciones. Así actúa nuestra sociedad: inflexible con unos y laxa con otros. En el segundo grupo se ubican los sacerdotes, que en los últimos años han estado en boca del mundo entero por cuenta de algunos curas que, abusando de la confianza que les brindamos los seguidores de la Iglesia católica, hacen de las suyas con los menores de edad que por una u otra razón les son cercanos.

No estoy diciendo que se les lancen piedras y palos, pero sí que se les exija no solo en Colombia, sino en el mundo entero, respeto por la dignidad de nuestros menores, de la misma manera como se hace con las personas del común que tienen investigaciones o se les ha juzgado por violación a niños.

No por el hecho de tratarse de un sacerdote se debe callar y tolerar. Soy católico y muy creyente, y en ese sentido estoy seguro de que el respeto que se les da por ser los representantes de la fe religiosa es el mismo que estos deben dar a la comunidad, incluyendo a los niños, a quienes se debe tratar y cuidar como el mayor tesoro. Es por esto que no entiendo que se le exija al Estado condenar con cárcel de por vida a los violadores de menores, entre ellos a los reinsertados de las Farc que pudieron estar inmersos en este delito, mientras se calla y se es permisivo cuando se trata de un cura. La ley es para todos, sea el que sea.

Algo que me sorprendió del reciente escándalo del Colegio San Viator —donde su protagonista, el padre Vanegas, es señalado de acoso sexual al joven estudiante Nicolás Machete, sumado al suicidio de Daniel Eduardo Osorio, quien asegura en una de sus cartas escritas con su puño y letra que fue violado en reiteradas ocasiones por un sacerdote de este plantel educativo— es el acompañamiento masivo de parte de los alumnos y profesores no a favor de las posibles víctimas, sino del acusado.

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Ante esto me surge la duda de si la comunidad educativa actuaría de la misma manera si el acusado no fuera el hoy exrector, sino el celador del colegio. Me gustaría conocer los argumentos del Consejo Directivo y de los representantes estudiantiles para no dar crédito a las posibles víctimas. ¿Reaccionarán de la misma manera cuando se enteren de una noticia similar en donde el involucrado es un hombre del común?

Una violación o acoso a un menor de edad es un delito grave, aquí no se puede ser permisivo con nadie que se vea involucrado en este asunto, sea médico, abogado, mecánico o sacerdote. La dignidad y la honra de un niño o una niña son algo sagrado que merece total y absoluto respeto.

Por otro lado, me sorprende que los padres de familia del Colegio San Viator no exijan garantías de que sus hijos están en buenas manos y que no están en riesgo de que en algún momento les sea arrebatada su inocencia, y que su dignidad no les será atropellada, como al parecer le sucedió a Daniel Eduardo y a Nicolás Machete.

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Parece que fue más sensato el padre Vanegas, que renunció al cargo mientras la investigación judicial sigue su curso. Era lo mínimo que se esperaba, mucho más si se tiene en cuenta que no es la primera vez que este sacerdote se ve involucrado en este asunto y que entre los mismos alumnos y exalumnos del colegio, desde tiempo atrás, ha corrido el rumor de que el exrector tiene o tenía por costumbre hacerse amigo de los estudiantes físicamente más simpáticos, con los cuales supuestamente solía compartir más allá de la rutina académica; de invitaciones a tomar whisky en la casa cural y prestarles los carros de la comunidad sacerdotal, tema que deben indagar las autoridades judiciales y descartarlo o confirmarlo.

Mientras esto ocurre, los padres del Colegio San Viator deben exigir garantías a las directivas de que sus hijos estarán en buenas manos y para esto sería bueno que pidan el debido acompañamiento del ICBF, Ministerio de Educación y de la Secretaría de Educación de Bogotá.

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@sevillanojarami

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