Duque me ha sorprendido

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Óscar Sevillano
15 de noviembre de 2018 - 05:00 a. m.
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Bastante sorprendido me ha dejado el presidente Iván Duque durante los primeros 100 días de gobierno, en donde ha dejado claro que dentro de su gestión no permitirá que hagan parte ni el clientelismo, ni mucho menos la corrupción, hecho que ha tomado por sorpresa a todo un país acostumbrado a que este tipo de prácticas hagan parte del día a día.

Debo reconocer que no me esperaba que a la Presidencia de la República llegara una persona que no se dejara presionar ni por su propio partido, ni por las demás fuerzas políticas acostumbradas a hacer parte de una coalición en el Congreso de la República para votar los proyectos de ley que lleguen desde la Casa de Nariño a cambio de ministerios, direcciones descentralizadas, embajadas, consulados y, por supuesto, grandes contratos.

Este anhelo de la mayoría de colombianos, ahora que parece que por fin se ha cumplido, nos ha tomado a todos por sorpresa y quizá por esto es que muchos analistas políticos le califican como un presidente sin liderazgo y “sin hoja de ruta”, porque la costumbre era la de ver al primer mandatario reunido cada semana con los miembros de su coalición indicándoles qué proyectos debían votar positivamente y cuáles podían hundir, enviando a sus ministros al Legislativo, no a defender la gestión de gobierno, sino a ofrecer dádivas a los parlamentarios para asegurarse de que determinada iniciativa de la Casa de Nariño saliera triunfante.

Recuerdo que a Antanas Mockus durante su primera alcaldía también se le calificó de ser un burgomaestre sin liderazgo, porque no se preocupó en conformar un grupo de concejales que le apoyaran su gestión a cambio de componendas ni dádivas, sino que puso a los miembros de su gabinete a gobernar a una ciudad, y al cabildo distrital le recordó que su obligación era la de ejercer control político y no la de cogobernar, que es lo que sucede con el Congreso de la República, que está enseñado a hacer parte de la administración y para esto negocia los votos en las plenarias o comisiones.

Si en Iván Duque existe algo de Antanas Mockus, como es la impresión que me ha quedado en estos primeros 100 días de gobierno, debo decir que aplaudo su llegada a la Presidencia de la República. Ojalá no esté equivocado, y ruego porque esta manera de actuar en el primer mandatario persista hasta el 7 de agosto de 2022. Al fin de cuentas, que alguien administre este país con honestidad, sin tener que venderse al mejor postor, ni que se deje manipular de nadie, era el anhelo de todos los colombianos.

Ahora, hay temas que efectivamente deben afinarse, uno de ellos, la manera de comunicar las ideas de la Casa de Nariño y definir el mensaje que va a identificar su gestión. Además de lo anterior, estoy seguro, por ejemplo, de que si se prestara atención a la sugerencia de no gravar la canasta familiar con impuestos, la discusión de la reforma tributaria podría abordarse con mayor serenidad y profundidad, buscando alternativas para que el Gobierno Nacional pueda recaudar los recursos necesarios para invertir no solo en educación, tecnología e infraestructura, sino además en los grandes desafíos que en materia de implementación del Acuerdo de Paz tiene Colombia.

Para la implementación del Acuerdo de Paz se requieren grandes cantidades de dinero, porque la deuda histórica que tiene el Estado con los territorios donde se produjo el conflicto armado con mayor intensidad es enorme y el Gobierno Nacional debe garantizar esos recursos. Es por esto que no entiendo a las ONG y a los políticos de izquierda que apoyaron de manera irrestricta la firma de la paz, y ahora les parece terrible que se busquen recursos por la vía de impuestos para garantizar, entre otras cosas, el sostenimiento y desarrollo productivo de los territorios que vivieron el horror de la guerra con las Farc.

La discusión de la implementación de la paz no es solo política también es económica y si no existen esos recursos garantizarla será imposible.

Por otro lado, me gusta que se les haya dado aprobación a las listas cerradas en el proyecto de reforma política que cursa trámite en el Legislativo y que pasa a discusión en la Cámara de Representantes. Si en verdad se quiere acabar con la corrupción electoral, la lista cerrada es la única garantía y celebro que Duque lo comprenda.

Debo reconocer que estuve equivocado con respecto a Iván Duque durante la campaña presidencial, porque no solo ha demostrado que es una persona que no se deja presionar políticamente a cambio de votos en el Legislativo, sino que además puede gobernar con seriedad y decencia, sin tener que insultar a nadie, ni polarizar el ambiente.

También entiendo que la opinión pública y el ambiente político se tornen un poco extraños. Esto era algo que nadie en Colombia se lo esperaba, por más de que se anhelara la llegada de un presidente de la República que no comprara congresistas, como es o era la costumbre.

@sevillanojarami

 

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