¿Duque o Petro?

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Óscar Sevillano
31 de mayo de 2018 - 02:00 a. m.
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No cabe duda de que el momento político que vive Colombia le deja la tarea a la población votante, que la decisión que tome en el momento de elegir el próximo presidente de la República la debe tomar con total calma, pensando no solo en lo que considere puede ser más conveniente para el país, volviéndola responsable de lo que en adelante suceda.

En la próxima cita electoral los colombianos debemos elegir a quien queremos que nos gobierne, si a Gustavo Petro, candidato de izquierda que llega a la segunda vuelta presidencial apoyado por gran parte del Polo Democrático Alternativo, los sindicatos, comunidades étnicas y organizaciones sociales,  o  a Iván Duque, candidato de la derecha que tiene el respaldo de los expresidentes Uribe y Pastrana, el Centro Democrático, movimientos cristianos y quien al parecer lograría los apoyos de los partidos Cambio Radical, la U, Liberal y Conservador.

La decisión no resulta nada fácil si tenemos en cuenta que ambos candidatos tienen cosas tanto buenas como malas. Para empezar, tendría que decir que ninguno de los dos tiene cuestionamientos por corrupción o clientelismo, algo que vale pena resaltar, en un país donde se ha vuelto normal que los políticos desangren los recursos públicos.

Tanto Duque como Petro han demostrado tener pasión por el oficio de la política, que han ejercido con gran sentido de responsabilidad, cuidando de cada detalle, permitiéndoles realizar debates serios, con argumentos y bien ilustrados.

En cuanto a lo malo, por el lado de Gustavo Petro habría que decir que el problema no son sus propuestas, porque a ningún colombiano de bien se le ocurriría oponerse a que el más necesitado tenga la oportunidad de dignificar sus condiciones de vida. El problema de Petro es él como persona, porque no cabe la menor duda de que será un mandatario de oídos sordos a las opiniones de los demás. Acostumbrado a tomar decisiones polémicas de manera unánime, sin importarle las consecuencias que estas puedan tener para la población en general. Su paso por la Alcaldía Mayor de Bogotá es la prueba fehaciente.

No dudará en graduar a la clase política de enemiga suya, quienes ni cortos ni perezosos se declararán en oposición mayoritaria y bloquearán cualquier iniciativa que presente al Legislativo. Lo propio hará con los órganos de control y el sector privado, y vaya uno a saber si también peleará con las Fuerzas Militares, la Policía y la Fiscalía.

Iván Duque, por su parte, tiene el lastre de tener que cargar con la compañía del expresidente Álvaro Uribe, un político ansioso por regresar al poder, quien durante su paso por la política se ha rodeado de personas con vínculos con la ilegalidad y dudoso proceder. Acostumbrado a manejar su círculo cercano a su antojo y a lanzar insultos e improperios a todo el que se atreva a llevarle la contraria.

También debe soportar dentro de su círculo cercano la mala imagen del exprocurador Alejandro Ordóñez, un conservador que parece salido de alguna película  o producción de televisión que evoca los personajes de la época de la Santa Inquisición; de José Obdulio Gaviria, a quien se le conoce más por insultar y vociferar ofensas a sus opositores, mucho más que por presentar propuestas serias y objetivas; de Paloma Valencia, Paola Holguín, María del Rosario Guerra y María Fernanda Cabal, mujeres que se han caracterizado por controvertir a sus colegas en el Senado y la Cámara de Representantes hablando y manoteando en Do Mayor, en ocasiones, sin ningún tipo de argumentos, llevadas por la pasión y por las ganas de competirles a sus compañeros de bancada en la carrera por demostrar que son más uribistas que los dos hijos de  Uribe; y, por supuesto, de los cristianos, quienes se han dejado contar en las urnas con la idea de darle más al Cesar que a Dios y de negar el cielo y condenar al infierno a quienes integran la comunidad LGBTI en Colombia.

Los dos candidatos deben modular sus posturas, si en realidad desean ganarse los votos de las personas que en la primera vuelta no les favorecieron en las urnas y que ahora en la segunda deben elegir a cuál de los dos prefieren.

Petro debe demostrar que está dispuesto a gobernar en democracia, es decir, escuchando y atendiendo las sugerencias del otro y tejiendo buenas relaciones con los diferentes sectores que conforman una sociedad, como el sector privado, las Fuerzas Militares y de Policía, y los órganos de control, de quienes debe atender todas las advertencias que le hagan.

Iván Duque por su parte debe demostrar criterio, personalidad y carácter si en realidad desea ser presidente de la República. Al fin de cuentas, quien debe ponerle la cara al país y a la comunidad internacional por cada decisión que en materia de gobierno se tome no es ni Uribe, ni Paloma Valencia, ni María Fernanda Cabal, etc., sino Iván Duque Márquez, razón demás para establecer límites a sus compañeros de militancia política en el caso de que llegue a ser elegido.

¿Cuál de estos personajes es el mejor para dirigir a Colombia durante los próximos cuatro años? Cada colombiano con derecho al voto tendrá la oportunidad de decidir. Espero, eso sí, que cualquier decisión que tomemos la hagamos seguros de que será lo mejor y nos hagamos responsables de ella.

@sevillanojarami

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