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Lo más paradójico de la situación de descontrol y desgobierno que vive Colombia es que se haya presentado en medio de un gobierno del partido que, mientras estuvo en campaña para ganar la Presidencia, prometió el restablecimiento de un supuesto orden que solo existía en la imaginación de quienes integran el Centro Democrático.
Tanto será el descontrol del país, luego de que revivieran las manifestaciones sociales que fueron suspendidas por la pandemia del COVID-19, que ni los sindicatos tienen voz de mando en las protestas. Por tanto, de nada va a servir que los presidentes de la CUT, CGT o Fecode levanten el paro si los jóvenes y los demás ciudadanos que de manera espontánea se encuentran en las calles, demostrando su inconformidad por una serie de promesas que durante décadas se han incumplido y hoy los tienen al borde de la miseria, no van a obedecer instrucciones de estos líderes sindicales que hoy lucen desgastados.
Tampoco va a servir la intervención de partido político o expresidente alguno que quiera aportar soluciones. Quienes se manifiestan en las calles no sienten ninguna simpatía ni creen en estos liderazgos porque muchos son relacionados con el clientelismo y la politiquería contra los que protestan.
Aquí lo único que sirve es que el primer mandatario tome el toro por los cuernos y diseñe escenarios de escucha y diálogo directo con quienes hoy protestan. La solución pasa por un diálogo ciudadano, no uno de expertos y mucho menos mediante una conversación con jóvenes que nadie sabe de dónde salieron ni si hacen parte de las manifestaciones. Estos son los errores que no se deben repetir.
Tampoco se puede continuar por la vía de destruir lo que tanto ha costado construir. Es un error de parte de algunos manifestantes acudir al vandalismo de los bienes públicos y privados, porque mediante estos hechos solo se perjudica al ciudadano del común, al que necesita movilizarse todos los días para trabajar, estudiar o realizar sus actividades, o que tiene que abrir su negocio para su sustento diario. El colombiano de bien no debe comportarse igual que Iván Márquez o el Eln.
Vandalizando estaciones del sistema Transmilenio en Bogotá, el MIO en Cali o bloqueando carreteras, lo único que se logra es perjudicar al colombiano de estratos 1, 2 y 3, que quien necesita del transporte urbano y de los productos del campo para darle de comer a su familia.
Por otro lado, la Fuerza Pública debe también poner su granito de arena controlando a sus hombres para que no cometan excesos y permitiendo a la justicia y a los órganos de control castigar con todo el peso de la ley a quienes abusen de la autoridad que les confiere el uniforme de policía o de soldado de Ejército Nacional. En este asunto el Ministerio de Defensa debe poner de su parte y no pretender tapar el asunto para que todo quede como si no hubiera pasado nada, con el argumento de que “se puede desmoralizar a los hombres que prestan un servicio a la patria”.
Por supuesto que hay que apoyar la labor de la Fuerza Pública, pero también hay que exigirle un estricto cumplimiento con los derechos humanos de los ciudadanos. En eso no puede existir vacilación.
No le voy a pedir al presidente de la República que asuma su papel y le ponga orden a este desorden, porque es claro que no tiene la menor idea de cómo solucionar este asunto, pero sí que junto a su equipo de trabajo diseñe escenarios de diálogo directo y sin intermediarios. La gente no quiere hablar con los ministros, ni con el comisionado de Paz, ni con la directora del ICBF; Colombia quiere hablar con el primer mandatario, pero no para escucharlo a él sino para que él escuche a los demás.
@sevillanojarami
