Puede que haya muchos colombianos felices con el triunfo de Iván Duque en las elecciones presidenciales, porque consideraron mayoritariamente que es la persona ideal para conducir al país durante los próximos cuatro años. Sin embargo, por más contentos que estén, no pueden negar que, al igual que quienes votaron por Petro y los que lo hicimos en blanco, tienen dudas frente a la manera como gobernará, es decir, si lo hará teniendo en cuenta las instrucciones u opiniones del expresidente Álvaro Uribe o tomará distancia y preferirá tomar sus propias decisiones.
Yo esperaría que Duque escoja el segundo camino lo más pronto posible, porque quien pone la cara ante el país y la comunidad internacional es el presidente de la República, en este caso Iván Duque. No es a Álvaro Uribe a quien le corresponde hacerlo y si el mandatario electo espera que esto suceda, mejor que piense dos veces si está en capacidad de ejercer una responsabilidad tan grande como es la de dirigir una nación como la nuestra.
Es necesario darle una espera a Duque para que dé las luces necesarias que nos permitan entender la manera como ejercerá sus cuatro años de gobierno, y si en realidad le es posible llevar a la realidad la idea de buscar unión en un país dividido por el odio que, entre otros, el mismo Centro Democrático ayudó a generar, y es precisamente esa la razón por la que me alegra que él haya ganado la contienda electoral, porque de ahora en adelante tendrá que trabajar por remediar el daño causado por su partido político, luego de la feroz oposición que hicieron a Juan Manuel Santos, utilizando la mentira y la cizaña como el arma perfecta. Esto será como una especie de reparación, ojalá con garantías de no repetición.
Al haber ganado las elecciones presidenciales, Duque se consolida como líder natural de su partido político y, por tanto, si en realidad quiere una unión y entendimiento nacional, debe hacer un llamado a su bancada a moderar su lenguaje para que cesen los ataques y las pasiones con las que se suelen expresar, especialmente en las redes sociales, en donde a diario insultan y agreden verbalmente a todo el que se muestre en desacuerdo con ellos.
Por ahora Duque debe esperar a posicionarse en el cargo para tomar las primeras decisiones en calidad de presidente de la República. No es sano que desde ya intervenga en temas de gobierno a través de las bancadas en el Congreso de la República que podrían ayudarle, como está sucediendo en lo que tiene que ver con la reglamentación de la JEP, porque el período de Juan Manuel Santos aún no ha terminado y eso se debe respetar.
El atravesarse en esta discusión no es coherente, porque lo que hace es permitirles a los miembros de las Farc como Iván Márquez, por ejemplo, actuar en política a partir del 20 de julio, cuando tomará posesión del cargo de senador, sin haberse sometido a la justicia, es decir, promover la impunidad. Curioso resulta que el Centro Democrático no haya caído en cuenta de eso.
Por otro lado, va a ser difícil que Duque cumpla su promesa de cero clientelismo y complacencia con la politiquería, porque es claro que debe apoyarse en el Congreso de la República, situación que suelen aprovechar los diferente senadores y representantes a la Cámara para intercambiar favores, y no ha habido ni habrá presidente que se salve de esta realidad. Que no se nombren ministros o directores de entidades del orden nacional con origen político no significa que no suceda, porque hoy día la corrupción no se ejerce a través de nombramientos, sino por medio de contratos que se firman o se acuerdan a puerta cerrada y en silencio.
No sé qué tanto cambie nuestro país con Iván Duque como primer mandatario. Es necesario esperar para poder calificarle con certeza y decir si es un presidente con criterio propio o si actúa bajo las órdenes de Álvaro Uribe Vélez y no asume su papel con seriedad.
La verdad no creo que esto último pueda suceder, porque le conocí cuando inició su vida política mientras era asesor de Horacio Serpa en el Partido Liberal en 1999, y jamás le vi actuaciones que llevaran a pensar que era una persona sin criterio propio. Ya veremos qué tan acertadas serán sus decisiones como presidente de la República. Por ahora lo único cierto es que Duque tiene la atención del país entero puesta sobre sus actuaciones, el tiempo dirá si se la merecía.
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