Es imposible negar que el racismo y el clasismo en ocasiones suelen unirse, cosa que a menudo sucede en nuestro país, especialmente en las ciudades principales como Bogotá, Medellín e increíblemente en Cali y Cartagena. Digo increíblemente porque en estas dos últimas ciudades habita muchísima población afro.
Tampoco se puede negar que hay una élite, especialmente la caleña, que debe tragarse el sapo de que una mujer campesina y afrodescendiente que nació en medio de la pobreza extrema hoy ocupe una alta dignidad del Estado y que por este pequeñísimo detalle -si se la llegan a encontrar- están casi que obligados a extenderle la mano...
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