Es imposible negar que el racismo y el clasismo en ocasiones suelen unirse, cosa que a menudo sucede en nuestro país, especialmente en las ciudades principales como Bogotá, Medellín e increíblemente en Cali y Cartagena. Digo increíblemente porque en estas dos últimas ciudades habita muchísima población afro.
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Tampoco se puede negar que hay una élite, especialmente la caleña, que debe tragarse el sapo de que una mujer campesina y afrodescendiente que nació en medio de la pobreza extrema hoy ocupe una alta dignidad del Estado y que por este pequeñísimo detalle -si se la llegan a encontrar- están casi que obligados a extenderle la mano en lugar de lanzarle la mirada fría y déspota que suelen hacerle a quienes consideran como inferiores por temas de color y/o de estrato social.
El escalar a un lugar de poder y ser una de las mujeres más reconocidas del país en el ámbito internacional es uno de los grandes triunfos personales de nuestra vicepresidenta, Francia Márquez. Una líder que no solo ha tenido que enfrentarse a los violentos, sino además a la discriminación que, aun ocupando un lugar en el Estado que muchos y muchas quisieran, debe soportar que pocos y pocas en el Valle del Cauca no la quieran a su lado y mucho menos de vecina.
Esto no va a cambiar por más que uno desee que no sea así, hecho que la vicepresidenta debería tener muy claro.
No entiendo el por qué Francia Márquez tiene que dar pie a que otro saque a relucir el gran desprecio que siente hacia ella, valiéndose de excusas como el enorme ruido que hace el helicóptero del Ejército de Colombia, que utiliza para transportarse hacia la zona de Dapa en el Valle del Cauca donde viven sus familiares junto a la élite más rancia de Cali.
Dejémonos de hipocresías: no es lo que se gasta el helicóptero de las Fuerzas Militares transportando a la vicepresidencia hacia Dapa lo que les preocupa a sus vecinos. Esto es lo de menos. En cambio sí les molesta el enorme ruido que hace este medio de transporte al llegar a una zona que está alejada precisamente del ruido.
Aquí el tema es de convivencia, porque estoy seguro de que cualquier persona que debe soportar el sonido de una hélice cada ocho días se va a molestar no importa si el barrio donde vive es de ricos o de pobres. A lo anterior hay que sumarle que este helicóptero con toda seguridad va con hombres armados hasta el cuello, hecho que puede generar miedo y zozobra en quienes le ven llegar.
Sí, es cierto, aquí hay una especie de guerra fría por temas de racismo y clasismo, al que la vicepresidenta, Francia Márquez, aporta un poquito más trasgrediendo las reglas de la sana convivencia entre los vecinos al llegar en un vehículo que no solo es un factor de contaminación auditiva, sino que además genera intranquilidad en los que habitan en la zona por tratarse de un helicóptero de las Fuerzas Militares que, sin querer queriendo, puede generar pánico en quienes le ven aterrizar.
Es claro que hay una élite que nunca va a aceptar a Francia Márquez dentro de su apretado círculo y que jamás la invitarán por las tardes a tomar el té. También es claro que a la vicepresidenta esto es algo que poco o nada le importa, pero, por temas de sana convivencia, es mejor no darles papaya.
El país sabe y es conscientes del problema de seguridad y de amenazas que tiene la vicepresidenta. El problema es que a la cuota de intolerancia que existe hacia ella no se le puede añadir otra de ni me importismo por parte de la misma Francia Márquez.
