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Todos los gobiernos del país han contado con la dicha de tener en su equipo de ministros y entidades descentralizadas con personas de gran capacidad laboral e intelectual, eso no se puede desconocer así uno tenga serias diferencias con el enfoque que estos han tenido, sin embargo, es claro que muy pocos han contado con la suerte de tener en su equipo de primera línea a un funcionario de las calidades del ministro de Defensa, Iván Velásquez.
Velásquez no es únicamente alguien que cuenta con la capacidad laboral e intelectual para ejecutar una tarea como la que ejerce actualmente en el Gobierno Nacional. Además, es un funcionario que reúne todas calidades éticas y morales que ya quisieran tener los ministros que se pudieron destacar durante los gobiernos Uribe y Duque.
Por lo anterior, resulta bastante infame que algunos personajes de la bodega uribista pidan la cabeza del ministro de Defensa, no sé si con la idea ganarse el corazón de su patrón, sin importarles que su petición carece de fundamento.
No se puede descabezar a un funcionario solo porque a un fiscal de otro país se le ocurre decir que muy pronto abrirá una investigación en contra del ministro Velásquez por temas de Odebrecht, y lo que más sorprende es que para algunos miembros del Centro Democrático en este caso no vale el tal principio de la buena fe, el mismo que pedían aplicar cuando se habló de la relación que tenía la campaña de Óscar Iván Zuluaga con Duda Mendonça, testigo clave en las investigaciones por los sobornos entregados por la multinacional brasilera en América Latina. Sus declaraciones salpicaron a Colombia y a otros países de la región como Chile y Argentina.
Entonces aquí si había que creer en la honestidad del exministro Zuluaga y aplicar el principio de buena fe.
Recordemos además el escándalo que tuvo que enfrentar el ahora senador Miguel Uribe Turbay cuando fue secretario de Gobierno de Bogotá y se supo que la entidad que estaba bajo su mando presentó como argumento para defender al Distrito en el caso de Rosa Elvira Cely, lo siguiente:
“Si Rosa Elvira Cely no hubiera salido con los dos compañeros de estudio después de terminar sus clases en horas de la noche, hoy no estuviéramos lamentando su muerte”.
Cuando se le preguntó al entonces secretario de Gobierno del Distrito, Miguel Uribe Turbay, por semejante ocurrencia en el caso del asesinato de una mujer que fue agredida sexualmente y además empalada, este aseguró no conocer el documento presentado en el caso judicial por la persona que ocupaba el cargo de jefe del Departamento Jurídico de la Secretaría de Gobierno.
Claro, por supuesto aquí había que aplicar el principio de buena fe y creer en el trabajo y las palabras de Miguel Uribe. Fui uno de los que pidió confiar en el entonces secretario de Gobierno porque conozco sus calidades humanas, lo que no conocía son esas pasiones emocionales que parecen que priman en el ahora senador en los momentos en que escribe trinos para demostrarle los afectos a su jefe.
Así como conozco a Miguel Uribe Turbay y confío en que fue honesto en el momento en que la opinión pública le preguntó por el manejo que la Secretaría de Gobierno de Bogotá le daba al caso de Rosa Elvira para asumir la defensa del Distrito, así mismo confío en la honestidad del ministro de Defensa Iván Velásquez -un hombre intachable-, que se enfrentó a una mafia político-paramilitar que se había tomado municipios, departamentos, el 35 % del Congreso de la República y al extinto DAS.
No contento con esto, el ahora ministro de Defensa tuvo que soportar los ataques sistemáticos del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez, quien no dudaba en dispararle cañonazos verbales cada vez que las investigaciones de la parapolítica, coordinadas por el entonces magistrado auxiliar de la Corte Suprema de Justicia, Iván Velásquez, metían a la cárcel a algún amigo del exmandatario.
No porque un sector político de Guatemala, que está resentido porque Iván Velásquez, en calidad de miembro de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), lideró una investigación que puso contra las cuerdas a un grupo de funcionarios públicos en ese país, se puede o se debe desconfiar de su calidad como persona y como profesional. Al contrario, hay que apoyarlo y respaldarlo.
