Ahora que el Gobierno Nacional está pasando por la que puede calificarse como su más grande crisis por cuenta de la salida del Partido Liberal de la Unidad Nacional y el reclamo de la Alianza Verde y el Polo Democrático por tratar de dividirlos al nombrar a dos de sus grandes líderes políticos en el gabinete ministerial, que no se le vaya ocurrir al presidente Santos, culpar algún hecho externo que nada tiene que ver con el asunto, para tratar de desviar la atención.
El único culpable de todo este revuelo que se armó es el mismo presidente Juan Manuel Santos. Eso es indiscutible, porque en lugar de asumir el liderazgo de todo su equipo de Gobierno, prefirió delegar responsabilidades en cabeza de algunos de sus más altos funcionarios, dejando al gabinete ministerial, como una especie de segundones, lo que de paso generó roces, envidias e inquinas, mucho más de las que por naturaleza existen en el mundo de la política.
Como era de esperarse, estos cargos tuvieron que ser eliminados, sin mencionar claro esta la suma de dinero que el Estado tuvo que desembolsillar. Esta según según lo reveló El Espectador, se encuentra en los 1.680 millones de pesos, que sirvieron para costear los superministros que no tenían unas funciones claras y lo poco que hacían, se cruzaba con tareas que miembros del gabinete, por norma constitucional debían llevar a cabo.
Todo esto se hizo en gran parte para cumplir con el capricho del primer mandatario, de que el país ingrese a la Organización para la Cooperación y Desarrollo (Ocde), el llamado “club del mundo para las buenas prácticas de gobierno”, no sé si con la intención de demostrarle a todas y todos, que somos los nuevos ricos del mundo, que de paso sea dicho, permitimos que nuestros niños en las regiones se mueran por desnutrición.
Hoy Santos reconoce el error y regresa al esquema anterior del manejo de la Presidencia de la República, sin mencionar la platica que se perdió y veremos si por fin se decide a ejercer el liderazgo en su equipo de Gobierno, que como Jefe de Estado le corresponde asumir.
Juan Manuel Santos no ha sabido entender que Colombia es un país que requiere de liderazgos fuertes; que la persona que está al frente del Estado debe mantenerse en el día a día, haciéndole seguimiento a cada tema. Aquí no vale delegar funciones, con la excusa de que se requiere tiempo para mantenerse al pendiente del proceso de paz.
Para colmo, tampoco se cuenta con ministros que defiendan la obra de Gobierno de su jefe, no sé si por el temor de quemarse en el intento.
A estos señores no se les ve enfrentando a la oposición, han preferido el silencio y la cómoda silla de su despacho, en lugar de salir al debate público y cuando se les invita a participar en foros y seminarios convocados por la sociedad civil, 24 horas antes del evento, llaman sus asesores o secretarias a disculparse, con la excusa de que el presidente Santos los llamó a último momento a una supuesta reunión. Lo particular del asunto es que parece haberse vuelto la salida más fácil de los jefes de cartera para justificar su ausencia.
Para completar el asunto, los congresistas de la Unidad Nacional, no han girado en torno a un grupo de apoyo al Gobierno, sino más bien a unos intereses particulares que no han sabido disimular y por los cuales la relación entre partido y partido que conforman la coalición de gobierno ha sido tirante. Como es de imaginarse, aquí tampoco ha existido el liderazgo único del Jefe de Estado que no los llama al orden.
Como era de esperarse, todo este vacío en liderazgo ha sido aprovechado por Álvaro Uribe, quien a pesar de que tiene minada la autoridad moral, no perdona ni un solo momento y pesca en rio revuelto con el ánimo de ganar popularidad. Todo esto claro está, con el beneplácito de un Gobierno que no ha sabido encontrar un norte, ni poner orden ni en su gabinete ministerial, ni en su coalición de partidos en el Congreso de la República.