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Nadie discute la importancia que tiene la captura de Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, porque con este hecho se acaba con el mito de que el Estado es incapaz de dar con el paradero de quienes integran el crimen organizado. El problema es que no va a servir de nada si no se utiliza para acabar con la estructura ilegal a la que pertenece.
Capturar a alias Otoniel para ponerlo en manos de la justicia norteamericana es hacer el trabajo del bobo, porque es aquí en Colombia en donde este señor ha cometido el mayor número de delitos. Estos incluyen asesinatos, masacres, despojo de tierra, violencia sexual, trata de personas, tráfico de armas, conformación de grupos armados y un largo rosario de etcéteras que ha dejado miles de víctimas, que por supuesto esperan la declaración de los hechos ante la justicia y la reparación a la que tienen derecho.
Es por esto que su extradición a los Estados Unidos para que responda por el delito de narcotráfico se traduce como un triunfo de tontos, porque es dejar a miles de colombianos a los que afectó con sus acciones violentas sin la respuesta que necesitan para su tranquilidad.
Nuestro país debe abandonar la creencia, que durante décadas ha mantenido, de que extraditando a los grandes criminales acaba con el mal, cuando lo que se ha demostrado es que este tipo de estructuras no solo no se acaban, sino que algunas mutan o se transforman y, en el peor de lo casos, colocan a otro para que comande sus ejércitos del mal.
Colombia debe dar la lucha para fortalecer sus órganos de justicia e investigación para que personas como alias Otoniel paguen sus delitos en nuestro país y les respondan a sus víctimas. Además, para que sus declaraciones ayuden a desmantelar organizaciones como el Clan del Golfo, que como bien sabemos tiene una estructura militar y económica y vaya uno a saber si no hay algún político de corte regional o nacional metido en el paseo.
Son estas las razones por las cuales considero que se equivoca el presidente Iván Duque en soltar voladores al aire. La tarea apenas inicia y no es cierto que con la captura de Otoniel “el Clan del Golfo tiene los días contados”. Eso es una gran mentira que solo se cree el primer mandatario, porque los más de 1.700 combatientes que conforman la organización ilegal (según Indepaz) continúan con las actividades ilícitas controlando municipios y veredas en la región del Urabá, algunos departamentos de la Costa Atlántica y el Catatumbo.
Para dar gritos de triunfo, mi querido presidente, es necesario que primero el Estado se dé a la tarea no solo de capturar a los miembros del grupo ilegal sino además de obligarlos a confesar los hechos, reparar a las víctimas y entregar información de sus rentas ilegales. Solo así se podrá creer que el Clan del Golfo tiene los días contados.
Por ahora hay que decir que enviar a alias Otoniel a los Estados Unidos es callar muchas verdades que el país entero necesita conocer.
Y por cierto, me ha sorprendido que quienes tanto exigen a los reincorporados de las Farc contar la verdad de los hechos y reparar a las víctimas guarden silencio ante lo que va a suceder con alias Otoniel, que ni va a hablar ni a reparar a una sola víctima.
