La bajada de pantalones de Antanas Mockus, en señal de protesta por el acostumbrado desorden en la plenaria del Congreso de la República mientras su presidente Efraín Cepeda pronunciaba su discurso de despedida, sirvió para que una vez más la política demuestre cuán hipócrita es.
A quienes estaban presentes el pasado 20 de julio en el recinto del Capitolio Nacional les parece indecente que Mockus les haya mostrado las nalgas, y por supuesto no podían faltar los defensores de la moral que hoy piden a grito entero se aplique el código de ética.
Lo extraño es que a esas mismas personas que defienden el buen actuar en la vida del ser humano les parece normal que, mientras algún colega suyo o ministro invitado intervenga en algunos de los actos que al interior de la plenaria se llevan a cabo, el resto de congresistas hablen por teléfono, dialoguen en grupo, escriban por el celular, tomen tinto, jueguen en su teléfono e incluso duerman la siesta. Es decir, que hagan de todo, menos guardar orden, respeto, escuchando el discurso de quien esté parado en el atril.
Les parece “terrible” que Mockus les haya mostrado las nalgas, y según ellos se debe aplicar con rigor y total decisión una sanción por mal comportamiento, pero no dicen nada frente al acostumbrado desorden y mal comportamiento en las plenarias de Senado y Cámara respectivamente de parte de sus colegas. En pocas palabras, lo que hizo el exalcalde de Bogotá es una clara muestra de su “indecencia”, pero la falta de respeto que a diario se ve en el Congreso de la República, para ellos, no es indecente.
Es lógico que una persona como Antanas Mockus se moleste con la algarabía de sus colegas. Hay que entender que ante todo él es un académico, acostumbrado a escenarios donde las personas presentes en una reunión o recinto escuchan cuando alguien interviene, y piden la palabra cuanto este termina, bien sea para interpelar o para opinar acerca del tema que se esté tratando. Si yo hubiese estado en su lugar, también estaría molesto, porque no es posible que un escenario donde se debe demostrar cultura y buen comportamiento, mucho más si tiene emisión por televisión para todo el país, sirva para que quede en evidencia cuán mal educados somos los seres humanos. Que la palabra del otro nos importa lo mismo que Mockus les mostró.
Qué lástima que en lugar de unirse al llamado que hizo el exalcalde y aceptar que los congresistas a diario se comportan mal al interior de las plenarias y comisiones, y que constantemente le faltan el respeto a quien interviene, salgan a demostrar cuán hipócrita es la política, y pidan una sanción a Mockus por indecente, mientras acolitan la indecencia del resto.
Si la bajada de pantalones de Antanas Mockus les parece algo indigno, que debe ser sancionado sin ninguna contemplación, la algarabía, desorden e irrespeto que a diario se ve por televisión en las plenarias también debería ser castigado por la comisión de ética del Senado. Al fin de cuentas la ley es para todos.
A propósito de indecencia: Seamos sinceros. El vergonzoso enfrentamiento verbal que sostuvieron el abogado Abelardo de la Espriella y el analista e investigador Ariel Ávila en los micrófonos de W Radio no es el primero. Si ambos son conscientes de que no se soportan el uno con el otro, no deberían aceptar invitaciones a debatir. Así de paso nos evitan a los colombianos el ser testigos de estos lamentables escenarios, donde quedan en evidencia los grados de intolerancia, incultura e irrespeto por el otro, no importa si las agresiones se hacen acompañadas de palabras fuertes o frases bonitas.
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