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La vida de un toro merece respeto

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Óscar Sevillano
23 de junio de 2016 - 02:59 a. m.
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Últimamente se ha visto que la sociedad en Colombia ha comenzado a solidarizarse con los animales y, poco a poco, ha crecido la indignación cuando alguien les maltrata, sin embargo, resulta bastante extraño que la ira hacia el mal comportamiento con estos seres, no se extienda de parte de las autoridades nacionales a los toros.

La Ley 84 de 1989 dice en su artículo 1 que “los animales tendrán en todo el territorio nacional especial protección contra el sufrimiento y el dolor, causados directa o indirectamente por el hombre”, no obstante, por aquellas cosas que uno no logra entender en quienes ejercen el poder en nuestro país, la Corte Constitucional mediante sentencia C-666 de 2010, dejó la puerta abierta para que, “por cuestiones de entretenimiento y de expresión cultural con animales se permitan actividades como el coleo, las corridas de toro y las peleas de gallo”.

No sé si entendiendo lo que puede sufrir un toro al ser sometido a una muerte dolorosa, luego de una larga tortura en una corrida, el magistrado Enrique Gil Botero en sentencia del Consejo de Estado de noviembre de 2013, estableció que "la interpretación de los artículos 2353 y 2354 del Código Civil, se debe ajustar a los postulados constitucionales y filosóficos que reconocen el valor como seres vivos de los animales y, por lo tanto, su capacidad para ser titulares de derechos", y agregó que "el principio de dignidad implícito en estos seres vivos hace que toda institución jurídica tenga en cuenta ésta condición (...). Por lo tanto, (los animales) son susceptibles de ser titulares de derechos, como una muerte digna sin sufrimiento, o a no ser maltratados", concluyendo la decisión respecto a estos espacios vistos con enfoque cultura, “Y no se diga que se trata de escenarios que se integran al patrimonio cultural de la humanidad, porque de avalarse esta perspectiva no habría diferencia alguna entre “la noche estrellada” de Van Gogh y una temporada taurina en una plaza de toros”.

Hoy, luego de toda la polémica que se despertó no sólo en Bogotá, sino además en todo el país, tras la decisión del entonces Alcalde Mayor de Bogotá Gustavo Petro, de no permitir las corridas de toros en la ciudad y las posteriores demandas y tutelas, la Alcaldía Mayor da vía libre a esta actividad, cumpliendo la decisión de la Corte Constitucional quien ordena al Distrito “restituir de manera inmediata la plaza de La Santamaría como escenario para las corridas de toros permanente y la preservación de la cultura taurina, sin prejuicio de otras destinaciones culturales y recreativas que alteren su destinación principal”, citando además a la Ley 916 de 2004, norma pensada en el torero más no en el toro, es decir, en el victimario pero no en la víctima.

Muy a pesar de que el fallo prohíbe la destinación de recursos públicos para estas actividades y la creación de nuevos escenarios con este mismo propósito, no creo que sea coherente que, existiendo una ley que penaliza el maltrato a los animales y un fallo del Consejo de Estado que les reivindica sus derechos como seres vivos, se emita una providencia de parte de la Corte Constitucional, que permita una vez más la tortura a una especie de la naturaleza, argumentado cuestiones de tradición cultural.

Puede ser que esta sea una actividad que se ejerza desde mucho tiempo atrás, pero no es más que un espectáculo equivocado donde se riega la sangre de un ser vivo que lucha por defender su vida de la sevicia de su victimario -en condiciones de inferioridad-, y de un público espectador que disfruta de un escenario donde el hombre demuestra lo salvaje que puede ser.

No es posible que se piense en la preservación de los animales por el tema ambiental y el respeto por su vida, mientras se permite el maltrato a los toros. ¿Es que acaso estos no son seres vivos, capaces de experimentar placer, sufrimiento y lealtad, que merecen una verdadera protección constitucional?; se dice que sólo el Congreso de la República debería legislar para realizar cualquier modificación a la celebración de este tipo de eventos, ¿tendrá el legislativo alguna intención de hacerlo?, si es así, ¿por qué durante la legislatura que acaba de terminar no lo hizo?

Resulta bastante particular que la mayoría de colombianos se muestren indignados cuando alguien maltrata algún perrito, gato, etc., pero aplauda y se emocione cuando algún individuo se introduce en una plaza para torturar a un toro.

Nuestro país pudo ser ejemplo mundial en promover normas que protejan a los animales. Qué lástima que por cuestiones económicas y de “tradición cultural”, se desperdicie esta oportunidad.

En todo caso queda en la agenda cercana de la Corte Constitucional, la demanda en contra del Código Civil Colombiano promovida por el abogado Camilo Araque, para reivindicar los derechos fundamentales de los animales y, que busca eliminar las expresiones que les consideran cómo cosas, a la que penosamente el Procurador Alejandro Ordóñez se opuso como es su costumbre.

Ojalá se entienda que la vida de los toros merece respeto, al igual que la de un perro o un gato.

@sevillanojarami
 

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