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Han pasado 17 años, desde que la primera administración de Enrique Peñalosa tomó la decisión de intervenir la antigua zona del Cartucho en Bogotá y convertirlo en lo que hoy se conoce como el Parque Tercer Milenio.
Desde entonces se dieron las primeras alertas a Antanas Mockus, quien iniciaba su segunda administración en Bogotá, advirtiéndole que en la ciudad se comenzarían a formar nuevos focos de inseguridad, similares a los que se concentraban en la antigua zona del Cartucho tras su intervención.
Como era de esperarse, la Administración Distrital de ese entonces se hizo la de los oídos sordos y pensó que el problema de inseguridad que hasta hace poco significó la calle del Cartucho en Bogotá, era cosa del pasado. Que en la capital no se volverían a conocer los dramas humanos de cientos de personas que fueron asesinadas en ese lugar y que tampoco se volvería a escuchar historias de niños, mujeres y ancianos atrapados por la desesperanza y el olvido, víctimas del consumo de droga, de violaciones y de dolor.
Lastimosamente esas mismas historias se volvieron a repetir, esta vez en el sitio conocido como El Bronx, adyacente a la antigua zona del Cartucho en Bogotá, a donde se trasladaron todas las formas de violencia y crimen organizado que se hayan podido conocer en la historia de la capital. Donde las entidades del Estado una vez más abandonaron a su suerte a los habitantes y transeúntes del sector, muy a pesar de su cercanía con el Palacio de Nariño, un Batallón del Ejército, el Congreso de la República, la Alcaldía Mayor y la sede central de la Policía Metropolitana. Es decir, en un lugar donde la institucionalidad durante más de 10 años cuidó de la delincuencia.
Sería bueno que las administraciones de Antanas Mockus (2001 -2003); Luis Eduardo Garzón (2004 -2007); Samuel Moreno (2008 -2011) y Gustavo Petro (2012 -2015), le explicaran a la ciudad las razones que tuvieron para hacerse los de la vista gorda y dejaran crecer el problema, al punto en que en una calle de Bogotá como el Bronx, que no abarca más de tres cuadras, se llegaron a cometer desapariciones y torturas, siguiendo el estilo de los crímenes cometidos por el paramilitarismo en Colombia, sin que hiciera algo al respecto.
¿En dónde quedaron los lemas de la Bogotá Sin Indiferencia, Positiva y Humana que acompañaron las tres alcaldías de izquierda en la capital, que por naturaleza de su causa política y social, debieron condolerse no solo de las familias víctimas de asesinatos y desapariciones cometidos en la Calle del Bronx, sino también a la población menor de edad, que en este sector de la capital fueron sometidos a la prostitución e inducidos a consumir y vender drogas ilegales?
No es posible que en 17 años de existencia de un lugar tenebroso como la Calle del Bronx en Bogotá, la Administración Distrital no haya escuchado ni siquiera un simple rumor de lo que ahí se vivía. Tampoco es posible que el Gobierno Nacional, en especial el de Álvaro Uribe Vélez, no se haya percatado de que muchos de los exparamilitares que trajo a la capital, luego de su fracasado proceso de paz con las Auc, estaban reincidiendo en el negocio del tráfico de drogas ilegales, esta vez, prestando sus servicios en la Calle del Bronx, y lo que es peor, que para ese tipo de problemas, su Seguridad Democrática no haya servido para nada. Lo mismo el de Juan Manuel Santos, quien no había hecho mayor cosa tampoco.
Pero lo más triste, es ver cómo la sociedad en general en la capital del país haya sido capaz de tolerar la existencia de un lugar como este en la ciudad y haya tomado la decisión de quedarse callada y mirar para otro lado.
Si la Calle del Bronx pudo existir en Bogotá durante 17 años, tiempo en el cual todas las formas del crimen organizado en la capital pudieron llevar a cabo sus fechorías, es porque claramente la sociedad en su conjunto permitió toda esta violencia. No nos digamos mentiras, entre otras, porque las autoridades eran conscientes de estos hechos y prefirieron guardar un silencio cómplice, vaya uno a saber si sería porque, de alguna manera, existían funcionarios, tanto en las administraciones nacionales, distritales, de Fiscalía, judiciales y de la Policía Nacional que se lucraron de los negocios ilícitos que allí se cometieron.
Es sobre este tipo de personas a las que la justicia debería investigar y condenar. No tanto al habitante de calle, quien no es más que una especie de elemento utilizado por el crimen organizado en el Bronx para trasladar, drogas, armas y lo que es peor, los cuerpos de personas asesinadas en este sector.
Coincido con quienes opinan que era necesaria la recuperación de la Calle del Bronx, por tanto felicito a la administración de Enrique Peñalosa por tomar la decisión de intervenir esta zona con el fin de recuperar la presencia de la autoridad, sin embargo, me uno también a las voces que preguntan por lo que en adelante sucederá con los habitantes de calle y por quienes han mostrado su preocupación, ante la posible atomización de sitios de violencia, consumo y tráfico de drogas ilegales en Bogotá, luego de los operativos.
@sevillanojarami
