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Tiene razón el presidente Gustavo Petro cuando invita a los actores ilegales a dejar las armas y pensar en una Colombia sin violencia donde se pueda vivir con total tranquilidad y no se tenga que dormir con el miedo y la zozobra que genera el pensar que algo malo puede suceder por la acción de alguno de los grupos irregulares.
El asunto es que, por buena que suene la idea y loables sus objetivos, se debe pensar muy bien en cómo se hará realidad, especialmente si esto llega a reflejarse en una firma de la paz, bien sea con el ELN o con el Estado Conjunto Mayor Central de las FARC o en un sometimiento a la justicia por parte del Clan del Golfo o de las disidencias de las Farc.
Pero, además, pensar y planear en la manera en cómo se va a implementar lo que se acuerde, especialmente en los territorios que estos grupos dominaron y sometieron a su voluntad. Colombia tiene más de cinco procesos de paz firmados, sin embargo, parece no aprender de las experiencias que le han dejado cada uno de estos para no cometer los mismos errores a la hora de implementarlos.
En muchas ocasiones se advirtió que el Estado debía llegar a los territorios que dejaron los guerrilleros de las FARC al reincorporarse a la vida sin armas. Sin embargo, la ineptitud de Iván Duque dejó en manos de las otras ilegalidades la paz que con tanto esfuerzo le costó al gobierno de Juan Manuel Santos firmar y, como resultado de la pésima gestión del hoy expresidente, miembro del Centro Democrático, tenemos a estas zonas en manos de otros actores violentos.
Ahora, al presidente Gustavo Petro le corresponde erradicar esta nueva ola de violencia y mejor hacerlo por la vía del diálogo, pero para esto se requiere primero de un cese al fuego que no puede ser bilateral, sino multilateral. Porque los enfrentamientos que se están presentando en los territorios no son únicamente con la Fuerza Pública, también se dan entre los grupos ilegales. De manera que de nada sirve pactarlo entre el ELN y el Estado colombiano cuando esta guerrilla va a continuar enfrentándose con el Clan del Golfo, las disidencias y el Estado Mayor Conjunto Central de las FARC, y lo propio harán cada uno de estos, sin importarles a quienes se lleven por delante. 202063
Por lo anterior, insisto, el cese al fuego debe hacerse de manera multilateral. No es fácil de lograr, estoy de acuerdo, pero debe insistirse porque un proceso de diálogo debe estar rodeado de la confianza del país y para esto es claro que se requiere de una metodología y de una agenda con puntos específicos a tratar, que eviten que estas conversaciones deriven en la conversadera que tanto el encanta al ELN.
Tampoco se puede olvidar que la paz total requiere del apoyo de los colombianos del común, y por esto creo que el presidente, en lugar de perder el tiempo convocando a marchas para que apoyen unas reformas que no se aprueban en la plaza pública sino en el legislativo, debe llamar al país a manifestarse en favor de la paz total.
No me avergüenza en lo absoluto decir que me gusta la idea de una paz total, porque de nada sirve acabar con una violencia cuando van a quedar prendidas tres o más. Tampoco siento temor en expresar mi molestia porque el Gobierno Nacional no ha sabido hacer las cosas, y pareciera seguir el ejemplo del expresidente Andrés Pastrana con su mal logrado proceso de paz en San Vicente del Caguán, es decir, actuando de manera ciega y torpe.
Por supuesto que la idea de la Paz Total es excelente y me gusta, pero hay que hacerla bien.
