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Hablemos con la verdad: el presidente Gustavo Petro que en el inicio de su mandato se mostró conciliador, que buscó acercamientos y diálogos con todos los sectores, incluso con el uribismo donde tiene a sus más enconados opositores, se acabó más rápido de lo que pudimos imaginar.
Esto quedó demostrado la semana anterior, cuando su ministro de Transporte, Guillermo Reyes, amenazó a Bogotá con no financiar proyectos venideros como la segunda línea del metro, tres cables aéreos, el regiotram del norte y la ampliación y modernización de la salida de la ciudad por la calle 13 si no se modifica la primera línea del metro.
A partir de ese momento salió a flote el Gustavo Petro autoritario, que no escucha, que no atiende recomendaciones y que solo busca que los demás se limiten a una cosa: obedecerle. Pensé que ese personaje ya se había superado y que la amarga experiencia que tuvo durante su alcaldía en Bogotá era cosa del pasado.
Veo que al presidente se le olvidó lo que significó para la ciudad el cambio a los berracazos que ejecutó en el modelo de las basuras que, independientemente de si tenía o no tenía la razón, la forma en como se llevo a cabo provocó males en la ciudad. Lo anterior, para no hablar también del modelo operativo de la Empresa de Acueducto de Bogotá.
Al alcalde Gustavo Petro se le hicieron las respectivas advertencias de lo que significaba un cambio tan abrupto en el modelo de la recolección de basuras en la ciudad. Lo hizo la Contraloría Distrital, lo hizo la Veeduría Distrital, lo hizo la Procuraduría General de la Nación, lo hizo el Concejo de Bogotá y lo hizo el Congreso de la República. Por supuesto, el entonces mandatario de la capital no escuchó y las consecuencias de no escuchar no tardaron en llegar.
Hoy por hoy, al presidente Gustavo Petro le han hecho advertencias sobre lo que significa modificar el contrato de la primera línea del metro. Lo hizo la Contraloría Distrital, lo hizo la Contraloría General, lo hizo la Veeduría Distrital, lo hizo la Procuraduría General de la Nación, lo hizo el Concejo de Bogotá y lo hizo el Congreso de la República ¿será que esta vez sí escucha?
Ya se le ha dicho al primer mandatario que este contrato no lo puede modificar la Nación porque los firmantes son el Distrito Capital y el consorcio chino y, por tanto, es a estas partes a quienes les corresponde establecer algún cambio si hay lugar a ello, claro está, con el previo aviso y autorización de la banca internacional que ayudó en su financiación. También se le ha explicado los riesgos que esto implica. Aun así, él insiste no sé si con el ánimo de llevar el tema a la campaña por la próxima Alcaldía de Bogotá.
Por supuesto que todos queremos el mejor metro para la capital del país y qué bueno que el presidente de la república comparta ese anhelo. El problema es que gracias al pequeño ego de don Enrique Peñalosa, hoy tenemos la construcción de un metro que claramente no es el mejor ni se ajusta a las condiciones urbanísticas de Bogotá, pero que no por eso se puede o se debe parar porque esto implica pérdida de recursos públicos y, además, genera mayores insatisfacciones para la ciudadanía que, cansada de los trancones y los tumultos en TransMilenio, se ha bajado de los buses articulados para subirse a la bicicleta, una moto e incluso a un carro particular.
Si en verdad el presidente Gustavo Petro desea lo mejor para Bogotá, debería entonces pensar en que no es paralizando a la ciudad ni llevándola a un mayor caos como lo va a conseguir sino apoyando los proyectos venideros que pueden servir de solución al metrico elevado que nos dejó Peñalosa y al que hoy no podemos renunciar tampoco.
