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Petro ya se va y Clara no llegó

Óscar Sevillano

11 de noviembre de 2015 - 09:00 p. m.

Por las últimas declaraciones y entrevistas que han dado distintos políticos de izquierda en Colombia, entre ellos Clara López, Gustavo Petro y Jorge Robledo, puedo concluir que no están dispuestos a admitir que la culpa de la caída que sufrió este sector político en la reciente jornada electoral, es de ellos mismos.

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Que pesar que en lugar de aprovechar el golpe electoral con el que perdieron a la capital del país, para reflexionar y tratar de corregir los errores en los que cayeron por cuenta de la embriaguez de poder tras doce años de mantenerse en el segundo cargo más importante del país, se dediquen a culpar a los medios de comunicación y a la opinión pública por atreverse a preguntarles por sucesos que a un no se han aclarado del todo en lo que tiene que ver con el Carrusel de la Contratación y por hacerle una rendición de cuentas a la triste administración de Gustavo de Petro en Bogotá.

Aun quienes no compartimos sus tesis, reconocemos la importancia de un discurso venido de este sector político, porque equilibra el sistema democrático en cualquier sociedad, sin embargo lo que no se puede admitir, es que se descuiden logros anteriores por ser de personas ideológicamente opuestas al gobernante de turno que fue lo que ocurrió en Bogotá, donde se descuidó al Transmilenio, las alamedas, la red de ciclorutas, la cultura ciudadana, los andenes, porque fueron desarrollados durante las administraciones de Enrique Peñalosa y Antanas Mockus y que para colmo, en la izquierda resulten con las mismas prácticas de politiquería y corrupción que le señalaban a los partidos tradicionales.

Nadie desconoce que durante las administraciones de izquierda en Bogotá se presentaron importantes logros, incluso en la de Samuel Moreno, a pesar del grado de corrupción administrativa en la que se vio inmersa. Más no por esto podemos olvidar, ni mucho menos pasar por alto los males que se venían incubando en la administración de Luis Eduardo Garzón y que tuvo su punto máximo en la de Moreno Rojas. En algún momento se tenía que pasar la cuenta de cobro.

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Es por esto que Clara López se equivoca al culpar al periodismo nacional por su derrota. Según ella quienes nos atrevimos a cuestionar su extraño desconocimiento del robo a manos llenas a Bogotá por cuenta de la ambición de Samuel Moreno, su hermano y sus amigos, siendo la segunda a bordo en aquella administración, somos los responsables.

Parece que la excandidata olvida que el primer veedor de lo público en la sociedad es el periodismo y que así como en 1998 se le preguntó a Horacio Serpa, si como candidato a la Presidencia de la República, renunciaría al apoyo de Ernesto Samper y así como se le preguntó a Álvaro Uribe Vélez si renunciaría al apoyo de personas que eran cuestionadas por sus vínculos con el paramilitarismo y el narcotráfico, así mismo se le iba a preguntar a Clara López, cómo siendo la segunda abordo en una administración, no se dio cuenta de lo que sucedía. Como tampoco es posible que la Secretaria de Gobierno, persona que maneja las relaciones políticas con el Concejo de Bogotá, no supiera que se estaban comprando a concejales a cambio del apoyo a proyectos de la Alcaldía.

Por más que le sonaran incómodas, son preguntas que deben hacerse y que cualquier candidato sin ninguna excepción debe contestar. Si la gente le cree o no, ya es otro asunto, pero el periodismo nacional y la opinión pública no pueden dejar de cumplir con su papel.

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También es el momento ideal para que la izquierda reflexione si en la actualidad tiene lugar el discurso tradicional de la lucha por una sociedad igualitaria, cuando está demostrado que el trabajo por rescatar la dignidad de las personas de escasos recursos, no se logra aumentando el número de subsidios, ni repartiendo mayor número de mercados en barrios subnormales en compañía de reinas de belleza y de la primera dama. Esta labor se consigue en la medida en que se mejoren sus condiciones de vivienda y el hábitat que le rodea, se les garantice una educación de calidad a sus hijos y se les facilite el acceso a un trabajo bien remunerado con las condiciones que la ley exige.

Es por lo anterior que esa lucha de clases que Gustavo Petro, junto a todos sus desaciertos administrativos, terminaron por sacar a la izquierda de la capital del país, hecho que debería hacer que sus líderes se dieran a la reflexión y análisis de como reformar su partido político y a futuro presentarle una propuesta viable, acorde a las necesidades del momento y con un discurso renovado, lejos de las típicas frases trasnochadas que se resisten a abandonar.

Ahora que Petro ya se va y que Clara no llegó, la izquierda debe tratar de reunificarse nuevamente, dejando a un lado los egos, vanidades y personalismos con los que ha actuado hasta el momento y más bien consolidarse como un partido unificado y sólido.

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@sevillanojarami

 

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