Sí, resulta bastante particular que Colombia esté a punto de cumplir tres semanas discutiendo si debe o no cumplir los protocolos firmados con Cuba para el retorno de los miembros del Eln al país.
En estos momentos deberíamos estar analizando a profundidad las declaraciones de los exdirectivos brasileños de Odebrecht Luiz Bueno y Luiz Mameri, quienes aseguraron en la audiencia pública ante la justicia colombiana, a través de videoconferencia desde Brasil, que “altos ejecutivos en el Grupo Sarmiento conocían y habrían participado de los sobornos de la Ruta del Sol”. Sin embargo, esto pasó sin pena ni gloria en nuestro país, a lo mejor por culpa del Eln. Por supuesto, hay quienes en silencio deben estar agradecidos con la guerrilla porque, de no ser por el brutal atentado a la Escuela de Policía General Santander, hoy más de uno estaría en la picota pública por cuenta de las palabras de los empresarios de la multinacional brasileña.
Me da la impresión de que posiblemente también por culpa del Eln el presidente Duque ha sido víctima de su propia ingenuidad, porque hoy se encuentra en un sin salida luego de haber dado a Cuba la orden tajante, en alocución por televisión y con manoteada incluida, de que capture a los miembros del Eln y se los entregue en la base de Catam en Bogotá.
Al parecer, al primer mandatario y a sus asesores se les olvidó que a Cuba no se le puede dar órdenes, y que esta solo estaba prestando su territorio para que se dieran unos diálogos de paz entre el Gobierno Nacional y esta guerrilla, proceso que Duque no desconoció al tomar juramento como presidente de la República así los haya dejado en suspenso, no sé si con la intención de provocar algún acto de la guerrilla que le diera pie al levantamiento total de la mesa de diálogos. Si esta era la idea, lo hubiese podido hacer y Colombia lo habría entendido y apoyado, porque era evidente que este proceso no estaba produciendo ningún resultado.
Por cuenta de esta curiosa declaración donde se pudo ver a un presidente tratando de imitar a un expresidente enojado, Colombia está dando a entender a la comunidad internacional que es un país que no cumple los compromisos que firma con otra nación que ayuda a la superación total del conflicto armado y, lo que es peor, que le queda grande dar captura en su territorio a los jefes del Eln que se encuentran en Cuba, luego de que estos sean retornados a nuestro territorio.
Nada mejor para el Gobierno Nacional que los miembros de este grupo insurgente sean traídos a algún lugar de nuestro país, lejos de la frontera venezolana. Se supone que Colombia tiene unas Fuerzas Armadas y una Policía Nacional lo suficientemente dotadas para dar captura a estos delincuentes. ¿Es que acaso nos queda grande esta misión y tenemos que acudir al facilismo de exigirle a otro que nos haga esta tarea?
Sorprende además que por culpa del Eln el comisionado de Paz, Miguel Ceballos, no tenga claro que su papel en el Gobierno Nacional es el de actuar como un mediador entre el Ejecutivo y los grupos insurgentes, para que estos retornen a la legalidad. Hablar en defensa del Estado, del orden y la seguridad, es tarea del ministro de Defensa. Me da la impresión de que Ceballos no lo tiene claro, porque solo le ha faltado exigirles resultados a las Fuerzas Militares y a la Policía Nacional en materia de persecución al crimen organizado y a la insurgencia. Ojalá que alguno de sus asesores se dé a la tarea de enseñarle cuáles son sus funciones.
Por último, vemos también que por culpa del Eln el ministro de Defensa parece verse asaltado en su buena fe y le cuesta reconocer que alguien “le habría engañado”, pero no solo a él, también al fiscal general de la Nación, con quien aseguró el día del atentado que el vehículo con el que se cometió el hecho en la Escuela de Policía “había ingresado a la fuerza, sin atender orden alguna”. Gracias a las denuncias de algunos medios de comunicación, se supo que hubo fallas en la seguridad del lugar.
Esperaría que este problema se supere pronto y de la mejor manera, para que así les volvamos a poner atención a temas de corrupción que no deben repetirse, como Odebrecht, por ejemplo.