Será difícil, casi que imposible, que en Colombia se adopten normas de buen comportamiento, que enseñen al ciudadano de común a respetar las reglas de buena conducta, mientras funcionarios públicos de alto rango, como el vicepresidente Germán Vargas Lleras por ejemplo, hacen todo lo contrario.
Los bogotanos no contentos con tener que ver todos los días a las motos de los policías transitando sobre los andenes de Bogotá, también tenemos que presenciar el mal comportamiento de altos funcionarios, que como el vicepresidente de la República, desafían al estado de las cosas y hacen públicamente todo lo que no le está permitido al ciudadano del común, como transitar la calzada exclusiva del Transmilenio por ejemplo.
La denuncia se escuchó en el programa radial La Luciérnaga, donde con foto en mano se evidenció que uno de los carros del esquema de seguridad de Germán Vargas Lleras con placas HJW 369 circulaba por el carril de Transmilenio con destino a las instalaciones de CATAM para tomar un vuelo (ver foto). Tienen razón los analistas de este espacio periodístico al preguntarse si los beneficios que tiene el presidente de la república, se extienden a la figura del vicepresidente.
Los únicos carros oficiales en Colombia autorizados para utilizar los carriles del Transmilenio son los que pertenecen a las caravanas del presidente de la República y/o la primera dama. La resolución No 260 de junio 13 de 2011, no señala que el vicepresidente o ningún otro funcionario del nivel público pueden hacer uso de este tipo de beneficio.
Puede ser, como bien lo dijeron quienes integran la mesa de análisis de la Luciérnaga, que a nombre de la presidencia de la República, se haya solicitado el debido permiso, sin embargo, me queda una duda, ¿cuándo se hizo el trámite para solicitar la autorización para circular por esta vía, se dejó claro que no era para Juan Manuel Santos, sino para Germán Vargas Lleras?, y si fue así, ¿Por qué Transmilenio autorizó el desplazamiento, sino se trataba de la persona legítimamente autorizada?
Germán Vargas Lleras es un hombre de un carácter bastante fuerte, quienes le rodean son testigos de sus constantes ratos de mal temperamento. Las personas que le conocen, sin que necesariamente estén con él a todo momento, hablan de su personalidad altiva y desafiante, la misma que adoptó cuando el cigarrillo fue su amigo inseparable.
Para este entonces, se le vio hacer uso de patrones de comportamiento que no se encuentran dentro del marco de la buena cultura ciudadana, sino de todo lo contrario, como fumar en recinto cerrado; en reuniones; con la puerta del carro abierto en momentos en que este se encontraba en movimiento o en la cocina del avión presidencial, según lo narraron varios medios de comunicación como la Revista Semana y la Revista Cromos en octubre de 2010.
Sin embargo lo que inquieta no es la forma de ser de Germán Vargas Lleras, finalmente la grosería no mide clase social. Esta se encuentra en todas partes. Aquí la pregunta es si este tipo de comportamiento, puede ser normal en una persona que aspira a ocupar la presidencia de la República y que debe demostrar respeto por las normas y buen comportamiento ciudadano.
Con qué moral el ministerio de Transporte puede exigir buen comportamiento y respeto por las normas a los ciudadanos que se desplacen de un lugar a otro, cuando la persona que en estos momentos tiene autoridad sobre esta cartera, hace todo lo contrario.
Es cierto que existe una actitud desafiante en las personas que trabajan en la función pública en Colombia, no importa el rango del cargo, porque en nuestro país basta con ser funcionario público, para creer que se está por encima del bien y el mal y con derecho a maltratar al que sea. Si a lo anterior lo mezclamos con el tema de élites, ni hablemos.
Más no por esto, se puede aceptar que por ser el vicepresidente de la República, se permita entonces transgredir la norma y que este haga públicamente, lo que a los demás colombianos no les es permitido, ni siquiera en privado.
Será difícil, casi que imposible, que en Colombia se adopten normas de buen comportamiento, que enseñen al ciudadano de común a respetar las reglas de buena conducta, mientras funcionarios públicos de alto rango, como el vicepresidente Germán Vargas Lleras por ejemplo, hacen todo lo contrario.
Los bogotanos no contentos con tener que ver todos los días a las motos de los policías transitando sobre los andenes de Bogotá, también tenemos que presenciar el mal comportamiento de altos funcionarios, que como el vicepresidente de la República, desafían al estado de las cosas y hacen públicamente todo lo que no le está permitido al ciudadano del común, como transitar la calzada exclusiva del Transmilenio por ejemplo.
La denuncia se escuchó en el programa radial La Luciérnaga, donde con foto en mano se evidenció que uno de los carros del esquema de seguridad de Germán Vargas Lleras con placas HJW 369 circulaba por el carril de Transmilenio con destino a las instalaciones de CATAM para tomar un vuelo (ver foto). Tienen razón los analistas de este espacio periodístico al preguntarse si los beneficios que tiene el presidente de la república, se extienden a la figura del vicepresidente.
Los únicos carros oficiales en Colombia autorizados para utilizar los carriles del Transmilenio son los que pertenecen a las caravanas del presidente de la República y/o la primera dama. La resolución No 260 de junio 13 de 2011, no señala que el vicepresidente o ningún otro funcionario del nivel público pueden hacer uso de este tipo de beneficio.
Puede ser, como bien lo dijeron quienes integran la mesa de análisis de la Luciérnaga, que a nombre de la presidencia de la República, se haya solicitado el debido permiso, sin embargo, me queda una duda, ¿cuándo se hizo el trámite para solicitar la autorización para circular por esta vía, se dejó claro que no era para Juan Manuel Santos, sino para Germán Vargas Lleras?, y si fue así, ¿Por qué Transmilenio autorizó el desplazamiento, sino se trataba de la persona legítimamente autorizada?
Germán Vargas Lleras es un hombre de un carácter bastante fuerte, quienes le rodean son testigos de sus constantes ratos de mal temperamento. Las personas que le conocen, sin que necesariamente estén con él a todo momento, hablan de su personalidad altiva y desafiante, la misma que adoptó cuando el cigarrillo fue su amigo inseparable.
Para este entonces, se le vio hacer uso de patrones de comportamiento que no se encuentran dentro del marco de la buena cultura ciudadana, sino de todo lo contrario, como fumar en recinto cerrado; en reuniones; con la puerta del carro abierto en momentos en que este se encontraba en movimiento o en la cocina del avión presidencial, según lo narraron varios medios de comunicación como la Revista Semana y la Revista Cromos en octubre de 2010.
Sin embargo lo que inquieta no es la forma de ser de Germán Vargas Lleras, finalmente la grosería no mide clase social. Esta se encuentra en todas partes. Aquí la pregunta es si este tipo de comportamiento, puede ser normal en una persona que aspira a ocupar la presidencia de la República y que debe demostrar respeto por las normas y buen comportamiento ciudadano.
Con qué moral el ministerio de Transporte puede exigir buen comportamiento y respeto por las normas a los ciudadanos que se desplacen de un lugar a otro, cuando la persona que en estos momentos tiene autoridad sobre esta cartera, hace todo lo contrario.
Es cierto que existe una actitud desafiante en las personas que trabajan en la función pública en Colombia, no importa el rango del cargo, porque en nuestro país basta con ser funcionario público, para creer que se está por encima del bien y el mal y con derecho a maltratar al que sea. Si a lo anterior lo mezclamos con el tema de élites, ni hablemos.
Más no por esto, se puede aceptar que por ser el vicepresidente de la República, se permita entonces transgredir la norma y que este haga públicamente, lo que a los demás colombianos no les es permitido, ni siquiera en privado.