Fueron muchas las invitaciones que les hicieron a los sindicatos para que no abusaran de la inconformidad de los colombianos frente al gobierno de Iván Duque y suspendieran a tiempo las constantes marchas y protestas en las diferentes ciudades del país.
Lastimosamente, estos no atendieron el llamado y cuando se dieron cuenta de que la situación se les había salido de las manos y que los actos violentos que se presentaban durante las jornadas de protestas y los bloqueos en las vías estaban cansando a quienes no participaban de estas manifestaciones, es decir a la mayoría de los colombianos, ya fue demasiado tarde.
Ni siquiera la agresividad de la tercera ola del COVID-19, que trajo consigo un incremento en la ocupación de las UCI y en el número de muertes, los motivó a detenerse. Por el contrario, las convocatorias a nuevas marchas continuaron como si nada.
Hoy, cuando vemos las consecuencias de este irresponsable llamado a continuas marchas en el país —una de ellas, el surgimiento de grupos que se hacen llamar Primera Línea y que en nombre de unas supuestas reivindicaciones sociales generan violencia—, es de suponer que, como Pilatos, se lavarán las manos y no asumirán sus culpas.
Hasta el momento no he visto ni he leído una declaración contundente de ninguno de los incontables sindicatos, rechazando la participación en las protestas de estos grupos que generan violencia y destruyen la infraestructura de ciudades como Bogotá, por ejemplo, en donde han convertido a Transmilenio en víctima de esta especie de combinación de las formas de lucha.
¿Quiénes son los integrantes de la Primera Línea? ¿Cómo se financian? ¿Por qué se tienen que cubrir la cara? ¿A qué le temen? ¿De dónde surgieron? ¿A quién representan?
Estas son las preguntas que muchos nos hacemos con respecto a estos grupos que no solo han llenado de temor a los ciudadanos que habitan en los lugares donde suelen enfrentarse con los miembros de la Policía. Además, gracias a estos hechos, vecinos de estas zonas han tenido que probar los gases lacrimógenos junto con sus familias.
No voy a caer en el fanatismo de quienes les tildan como “guerrilla urbana”, pero sí debo decir que por su manera de actuar bien se les puede calificar como toda una asociación para delinquir, porque es claro que a las primeras líneas llegan no solo quienes tienen inconformidades con el Estado y desean protestar pacíficamente, sino además jíbaros y consumidores, junto con resentidos sociales que creen que la única manera de protestar es destruyendo lo que encuentran a su paso y por supuesto uno que otro amigo de lo ajeno que se mezcla en el grupo con el ánimo de causar males.
Insisto, todo esto se lo debemos al insistente e irresponsable llamado a marchar de manera constante de parte de los sindicatos. Ya veremos si ponen de su parte para arreglar los males que dejan quienes integran la Primera Línea en cada una de las marchas que convocan.
Cambiando de tema, una vez más la izquierda en Colombia demuestra su incapacidad para unirse y actuar como bloque político.