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Llegó el momento de las decisiones que permitirán conocer lo que piensa cada congresista del proyecto de la reforma política. Con ello comienzan a aparecer también las decepciones al quedar claro, una vez más, que el momento será aprovechado no para proponer ideas o temas que permitan mejorar la participación de los colombianos del común en la política, sino más bien para que algunos senadores y representantes saquen sus intereses y ambiciones personales a flote.
Lo interesante de este proyecto de reforma política es la obligatoriedad para que los partidos presenten listas cerradas para las elecciones a Senado, Cámara de Representantes, asambleas departamentales, concejos municipales y juntas administradores locales.
Como van las cosas esto ya no irá porque a alguien, no sé a quién, se le ocurrió en la ponencia proponer que cada partido decida si quiere jugar en las elecciones con lista abierta o cerrada. Es decir, vamos a discutir una reforma para seguir en las mismas.
Para colmo, a alguien, no sé a quién, se le ocurrió además regresarnos al pasado y proponer que un congresista pueda renunciar a su curul para al día siguiente ser nombrado ministro, embajador o director de una entidad descentralizada, previo acuerdo con su partido. Gracias a la denuncia de la representante Katherine Miranda se supo que se propuso además que si el congresista–ministro se aburría o no le gustaba su nuevo oficio en el gabinete, podía retornar a su lugar en el legislativo.
Que estas perlas aparezcan colgadas en los proyectos de ley o de acto legislativos, sin saber cómo ni cuándo no es lo extraño, lo extraño es que personas como el senador Ariel Ávila, quien se ufana de su papel como investigador académico donde se supone que dio una lucha frontal contra la politiquería, ahora decida dentro de su labor como senador hacer parte de esa politiquería que él tanto rechazó, avalando con su firma la ponencia para la segunda vuelta legislativa del proyecto, junto a sus colegas Roy Barreras y Fabio Amín.
El régimen anterior a la Constitución Política de 1991 permitía que un político ocupara varios cargos al mismo tiempo. Esto trajo consigo la acumulación de poder en cabeza de una sola persona y sirvió como caldo de cultivo para la conformación de esos clanes de los que tanto despotricó el senador Ávila. Sorprende que esto ya no le importe o le preocupe.
Si esta discusión va a servir para que cada quien saque a relucir el politiquero que llevó durante mucho tiempo escondido, considero que es mejor que ese proyecto de reforma política se hunda. No importa si el país debe esperarse un tiempo más mientras se convencen de la necesidad de que los partidos presenten listas cerradas en las elecciones, que es lo que verdaderamente llama la atención.
@sevillanoscar
