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La declaración de Diego Cadena ante la Fiscalía revelada por El Espectador no deja dudas de sus andanzas con los criminales y el valor que ello tiene para los delictuales propósitos de otros criminales e imputados, entre los que se encuentra el expresidente Uribe, uno de sus “ilustres” clientes. De tal palo tal astilla. Uribe y su “abogánster” hacen parte, literalmente, de la misma cadena.
Cadena confiesa que estaba “convenciendo” testigos para torcer su declaración a favor de Uribe, a cambio de dádivas y acciones legales. El mismo Cadena reconoce que elaboró, con su puño y letra, la declaración del testigo y, aún más claro, reconoce que los presionados para favorecer a Uribe fueron presentados ante la Corte Suprema de Justicia. Todo, a pesar de los intentos infructuosos de Iván Cancino, abogado de Cadena (o mejor dicho de Uribe), para evitar que Cadena confesara su delito, es decir, para evitar que contara la verdad. Todos lo vimos: Cancino explotó por todas partes y de todas las formas posibles.
Escandaloso, por decir lo menos, que un abogado se dedique a torcer y manipular la versión de su cliente ante las autoridades, y me refiero al rol de Iván Cancino. Y más vergonzoso aún, que lo haga con la complicidad y en equipo con los funcionarios de la Procuraduría y la Fiscalía. Por Dios, en qué país es que estamos viviendo.
Eso sí, todos vimos la confesión de Cadena. Espontánea para comprometer a Uribe y presionada, insinuada, auxiliada y regañada para arrepentirse de lo que contestaba y decir no en donde había dicho sí. Su declaración fue un verdadero guion que debía seguir al pie de la letra para no afectar al expresidente Uribe. Sin embargo, Cadena ni siquiera resultó ser bueno para interpretarlo, no pudo ocultar la realidad y la declaración terminó siendo el hazmerreír de los colombianos, una vergüenza para el ejercicio de la profesión de abogado y un éxtasis para la profesión de “abogánster” en la que militan ambos leguleyos.
Iván Cancino fungía más como abogado de Uribe, intentó por todos los medios evitar que Cadena declarara, llegando incluso a señalar las respuestas que debía contestar. Hubiera sido más fácil enviarles las preguntas y que las contestaran por escrito, y así evitar el bochorno de tener que regañar a su poderdante por salirse del guion preparado. Y que no nos engañen con el cuento del “secreto profesional” que, en este caso, fue utilizado por Cancino para soplarle las respuestas a su cliente. Todo un circo.
A la declaración mal preparada de Cadena se suma la Fiscalía, que en lugar de investigar a profundidad el presunto delito cometido por Uribe y Cadena, asumió un rol de coadyuvante del investigado, concertando con el abogado Cancino las respuestas que el declarante debía dar para favorecer a Uribe, jefe de la pandilla. En este circo, Cadena contó no con uno, sino con tres defensores: Cancino, la Procuraduría y la Fiscalía.
No puede confundirse el derecho a no autoincriminarse con que la Fiscalía ejerza de facto como apoderada de Cadena, evitando hacer las preguntas necesarias para auscultar la realidad de los hechos y, hasta en algunos momentos, evitar que el mismo Cadena de manera libre y voluntaria incriminara a Uribe. Pese a todos los esfuerzos de la defensa y de la misma Fiscalía, Cadena confesó la verdad.
Por lo demás, es claro que Cadena no tiene ninguna experiencia como abogado, no sabe cómo se adelantan los juicios ni las diligencias judiciales. Pocas veces se ve a alguien tan incompetente, salvo para presionar testigos, congraciarse con narcotraficantes y mafiosos, en donde es un experto. Esa fue la calidad de abogado que contrató Uribe para demostrar que no tiene nada que ver con la fundación de grupos paramilitares, y es por esa razón que pasaron del banquillo de acusadores al de los acusados.
Si alguien duda de la culpabilidad de Uribe, bien le bastaría ver la declaración del abogánster Cadena y las intervenciones de Cancino, para concluir con certeza que Uribe estuvo bien imputado por la Corte Suprema.