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La corrupción es el cáncer de esta sociedad. Con independencia de “quién paga por la peca y quién peca por la paga”, o quién es el que llevó la iniciativa en el soborno, lo cierto es que la corrupción termina minando los recursos públicos y guiando el subdesarrollo. La corrupción, por regla general, termina pagándose con los recursos del erario, es decir, con el dinero de todos los colombianos.
Ruta del Sol 2 es un caso de cartilla que muestra que la corrupción, al final de cuentas, se paga con los dineros de todos. Corficolombiana junto con Odebrecht son responsables de un soborno por USD 6.5 millones a Gabriel García (viceministro de Transporte y director encargado del INCO); pagos irregulares por USD 23 millones y otro soborno por USD 3.4 millones al ‘Colombian Official 3’.
Sumados los tres ítems, puede concluirse, por lo menos por ahora, que la corrupción a cargo de Corficolombiana-Odebrecht en Ruta del Sol 2 ascendió a USD 33 millones que salieron de las cuentas del consorcio, pero, en últimas, del bolsillo de los colombianos.
Para la audiencia de adjudicación de Ruta del Sol 2 quedaron dos oferentes: el consorcio liderado por la constructora española Obrascón Huarte Lain (OHL) y el consorcio de Corficolombiana-Odebrecht. Tal y como lo acreditó la Superindustria, en lo concerniente al soborno de USD 6.5 millones al viceministro existió una confabulación entre éste y Corficolombiana-Odebrecht para sacar a OHL a como diera lugar y hacer que aquel consorcio cabalgara por las mieles de ser el único oferente y seguro adjudicatario.
Dice la Superindustria que el ya sobornado viceministro le pidió a Odebrecht el 14 de diciembre de 2009 (primer día de la audiencia de adjudicación) que le entregara un concepto rendido por algún prestigioso abogado en el que se indicara que el INCO debía excluir a OHL del proceso licitatorio por no reunir la experiencia requerida en el pliego de condiciones, bajo la tinterillada de que la experiencia debía ser en la “construcción y operación de obras de infraestructura que corresponden a los sectores de generación, transmisión y distribución de energía, agua potable, saneamiento básico, carreteras, puertos, aeropuertos, infraestructura vial de sistemas de transporte masivo de pasajeros, transporte de hidrocarburos y transporte de gas” y que por ende, óigase bien, no podía acreditarse con experiencia en construcción de vías ferroviarias. Inaudito.
Odebrecht informó a Corficolombiana y esta contrató al afamado abogado Hugo Palacios Mejía, quien rindió de inmediato el concepto requerido, el cual fue entregado –de forma clandestina y extraoficial– en la mano del viceministro al día siguiente (segundo día de la audiencia) por Pedro Valencia Ospina, asesor de Corficolombiana. Este concepto envalentonó al corrupto viceministro y excluyó ilegal e irracionalmente a OHL, cumpliendo así el mandado encomendado por sus “clientes” Corficolombiana-Odebrecht, quienes por cuenta de la corrupción gritaron “oh gloria inmarcesible, oh júbilo inmortal” al quedar como los únicos y más bonitos del festín.
La Superindustria tuvo acceso al proceso licitatorio y abrió el sobre que contenía la oferta económica de OHL –antes nunca se había abierto ante la descalificación de OHL– y la comparó con la de Corficolombiana-Odebrecht.
Los datos son los siguientes: la oferta de OHL era de $1.9 billones, mientras que la de Corficolombiana-Odebrecht era de $2.1. Es decir, la de Corficolombiana-Odebrecht era $200 mil millones más cara que la de OHL, que en dólares del momento era USD 100 millones.
Por cuenta de la corrupción y de que el viceministro hubiese cumplido su misión de sacar a sombrerazos a OHL, terminamos contratando no solo con corruptos (Corficolombiana-Odebrecht), sino a un oferente que no tenía la mejor propuesta, adjudicándose la obra con un sobrecosto de USD 100 millones gracias a la corrupción, de los cuales el ganador Corficolombiana-Odebrecht se gastó de nuestra plata USD 33 millones en coimas y pagos irregulares, y le quedaron las vueltas.
Por eso les digo que “del cuero de la corrupción salen las correas”.
