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A meses de la primera vuelta presidencial –si es que hay elecciones– la mente de los colombianos se encuentra altamente perturbada hasta el punto de la incoherencia. Se están pegando de lo que odian y de lo que no los representa.
Me refiero al hecho de que los colombianos en sus conversaciones cotidianas, en sus redes sociales o en sus chats, al opinar sobre la política y las elecciones del próximo año, terminan diciendo, expresa o tácitamente, que están dispuestos, desde ya, a revelar su intención de apoyar a “cualquiera”, lo cual es pura y física incoherencia intelectual, pues esto podría conducirnos prematuramente a repetir la tragedia de 2022.
Y más allá del sentido práctico de estas afirmaciones, pues es cierto que los de la izquierda quisieran asegurar el triunfo de alguien de izquierda, los de centro el de alguien de centro y los de la derecha el de alguien de derecha, no por práctico resulta comprensible. La gente se está entregando a la pena muy temprano, sí, a la pena de manifestar no su gusto sino su disgusto apoyando a un “cualquiera”, a pesar de tener serias diferencias con él. Eso es, al menos, incoherente, cuando aún faltan más de ocho meses para la primera vuelta.
Los colombianos no se están dando la oportunidad racional de inclinarse y apoyar decididamente al candidato que verdaderamente les gusta (y hay de todo como en botica), ni se están dando la oportunidad, como debería ser, de triunfar de la mano del candidato que les gusta o de ser derrotados.
Veo con mucha preocupación lo que pasa en todos los sectores políticos. La gente de izquierda que hace parte del Pacto Histórico quedó reducida a una consulta de poquísimos precandidatos, en donde muchos renunciaron a sus aspiraciones y se han movido de tal manera que están llegando a donde “cualquiera”, a pesar de que no se identifican con él o ella. Son lo mismo que Petro, o se la juegan a que creamos que son lo mismo que Petro.
En el centro la cosa parece más tranquila, pues los precandidatos nuevos se están dando a conocer y los otros que han estado desde hace varios años ahí, y el país los conoce bien, están haciendo sus campañas de forma tranquila y sin desviarse a los extremos, pero sus posibles votantes –ante la extrema polarización– se están moviendo, desde ya, hacia la derecha, dejándose encantar por cantos de sirenas que poco los representan y abandonando a los candidatos de centro que sí les gustan.
Y en la derecha… pues hay de todo. Muchos encarnan, incluso, los mismos defectos de Petro que tanto criticamos y que tanto aborrecemos. Son como Petros, pero de extrema derecha. Es lo que se conoce como la atracción de los polos. Preocupa ver a la gente de centro y centro derecha, inclinándose por impresentables candidatos de extrema derecha, atraídos más por el circo que por la sindéresis.
¿Qué hay que hacer? Lo primero es hacer lo que sea coherente, estar con el candidato o grupo de candidatos que le guste a uno y apoyarlo para darle la oportunidad de crecer y volverlo opción. Aún falta mucho para tirar la toalla y someterse a la necesidad de apoyar a un indeseable “cualquiera”. De hecho, hay que tratar de que eso no ocurra. Este no es el momento de saber por quién votar sino a quién apoyar; por ahora no estamos en modo elecciones, sino en modo campaña.
No dije cuál o cuáles me gustan a mí, pues por ahora ese no es el mensaje. En todo caso, me niego a caer en este momento en el abismo de aplaudir rabiosamente a quien en la derecha, en la izquierda o en el centro sea un impresentable “cualquiera” con chance. Ojalá no ocurra, pero si llegase a ocurrir, ya habrá tiempo para escoger entre el cáncer y el sida, como hace cuatro años, pero por ahora esto apenas arranca. Ojalá eso no nos vuelva a ocurrir, pero como vamos podríamos terminar, de nuevo, escogiendo entre un impresentable “cualquiera” de izquierda y un impresentable “cualquiera” de derecha.
En resumen, mi llamado es a que los colombianos en estos meses de campaña pongan su gusto democrático por encima de su disgusto.
