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Los que hacen oposición al gobierno de Petro, los que están agobiados, o los que se encuentran decepcionados por éste, no dudarán en coincidir conmigo en que estando ya en la mitad de este viacrucis. El futuro político inmediato de Colombia se ha convertido en el pan de cada día en las conversaciones rutinarias de los ciudadanos.
No hay conversación sobre política en nuestro país, con independencia de quiénes sean los interlocutores y protagonistas, el lugar, la ocasión, la edad, el escándalo del día, la coyuntura o las coincidencias o discrepancias que se hayan tenido en el pasado, en donde los temas no sean la eventual perpetuidad de Petro en el poder -vía convocatoria por decreto a una constituyente que le amplíe el actual período presidencial o le permita ser candidato en la búsqueda de una reelección- y quién podría ser el candidato que como parte de la oposición, el agobio o la decepción podría llegar a enfrentarse y derrotar a Petro (o su heredero político) en las próximas elecciones, con independencia de si Petro logra o no concretar su perverso plan de intentar perpetuarse en el poder.
Sobre lo primero, no me cansaré de decir lo que desde hace dos años he venido advirtiendo en varias ocasiones y foros: que Petro buscaría perpetuarse en el poder eludiendo los actuales canales constitucionales (plebiscito, referendo o acto legislativo) cuyo paso por el Congreso es obligatorio. Lo haría a través de un simple decreto presidencial dictado bajo un estado de excepción. Ya todos hablan de ello viéndolo tan inconstitucional como factible de que ocurra, pues coinciden en que a Petro, históricamente, las formas legales jamás le han impedido intentar lo que se le mete en su cabeza. Y, como en toda desgracia, no sobran los mequetrefes y anarquistas que, sin siquiera sonrojarse, ven en la vía de la convocatoria de una constituyente por decreto un camino no solo factible, sino permitido por el actual ordenamiento jurídico.
Sobre lo segundo, el asunto es aún más complejo e inaplazable, porque sea cual sea el escenario jurídico, lo cierto es que el mundo de los opositores a Petro (en el que particularmente me encuentro desde siempre y por siempre), los agobiados o los decepcionados, la realidad indica que urge encontrar un candidato que tenga la capacidad de no solo enfrentar sino también de derrotar a Petro y todo lo que este representa, que, en resumen, es una manada de payasos, delincuentes e inútiles (con cada vez menos excepciones) comandados por un falso mesías y hablador de paja, en el que convergen en grado sumo las características ya notadas de la manada.
En mi opinión, el candidato para enfrentar y derrotar a Petro (o su heredero) no debe ser un político o al menos no uno que el país identifique con la corrupción, debe gozar de reconocimiento nacional, ser carismático, tener carácter, conocer el Estado, gozar de buenas relaciones con el aparato productivo del país y tener experiencia en el manejo de lo público. No puede ser ni un extremista de la derecha ni un descriteriado del centro, no puede haber apoyado a Petro ni un solo día de su vida, y obviamente, tener lo elemental pero cada vez más extraño, ser preparado, inteligente y sobre todo, honesto. Difícil, pero hay que encontrarlo.
Así las cosas, llegó el momento de soñar con salir de este calamitoso y vergonzoso capítulo de la historia y recuperar a Colombia o lo que nos quede de ella al final de haber tenido que padecer a Petro y su manada. Llegó el momento de buscar al gallo.
