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Inquieta vive la cabeza que lleva una corona

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Pablo Felipe Robledo
14 de diciembre de 2022 - 05:00 a. m.
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Ignorancia es lo que caracteriza a Pedro Castillo, quien fue elegido presidente de Perú hace algo más de un año, gracias a aquellas cosas que pasan en esta América Latina, cada vez más decadente e irresponsable en términos políticos y atiborrada de impresentables líderes, muchos de los cuales vienen ganando elecciones y gobernando con las patas, como es apenas esperable de personajillos de ínfima talla.

A Pedro Castillo su torpeza e ignorancia lo llevaron a ser destituido como presidente de Perú y a ser judicializado por el delito de rebelión, producto del fallido golpe de Estado que intentó llevar a cabo en la hermana nación, al revocar al Congreso como señal no solo de su impotencia, sino de su tinte dictatorial, propio de muchos de su frágil estirpe.

Y es que no se podía esperar menos de alguien como Pedro Castillo, quien con su escasa formación y precaria trayectoria no contaba con las mínimas aptitudes y conocimientos para dirigir un país, cualquiera que fuese, y mucho menos Perú.

Claramente la labor de profesor de escuela no le alcanzaba a Pedro Castillo para dirigir un país. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Ser profesor de escuela es loable y, seguramente, la más digna de todas las profesiones, pero ser presidente de uno de los países más importantes de Latinoamérica demanda importantes conocimientos y una vasta experiencia, condiciones que no posee la caricatura de mandatario que gobernaba Perú hasta hace pocos días.

Sin embargo, el pueblo peruano, guiado por la ignorancia y la falta de coherencia que empujan a los pueblos proclives al pensamiento populista, decidió elegir a Pedro Castillo, un populista que dice ser de izquierda, pero a quien incluso se le extravían los principios al detestar las luchas proaborto y proderechos de los homosexuales, en donde sin rubor se presenta como el más godo y retardatario, lo cual es muestra de que no sabe ni dónde está parado.

Y es que haberlo elegido presidente solo demuestra la ignorancia de la que alimenta el populismo. No olvidemos que Perú cuenta con personas capaces para dirigir los destinos de su nación, pero que no encuentra a un candidato con arraigo en el pueblo que lo saque de la corrupción y la ultraderecha de los Fujimori y la corrupción de los expresidentes Alejandro Toledo y Alan García, ambos involucrados en el escándalo de las coimas de Odebrecht, a tal punto que uno de ellos —García— se suicidó para evitar verse sometido a la cárcel y a la picota pública.

La incapacidad de Pedro Castillo lo llevó poco a poco a su propio destino. Decisiones indebidamente tomadas, problemas incorrectamente abordados y soluciones ineficaces lo guiaron a querer aferrarse al poder total por la fuerza mediante el golpe de Estado que de manera fallida intentó ejecutar hace pocos días, para el que no contaba ni con la ayuda de militares ni de políticos amigos. El fallido intento de Castillo fue un bumerán. Atacó al Congreso peruano y este, en ejercicio de funciones constitucionales, decidió mediante voto mayoritario destituir a Pedro Castillo por encontrarse inmerso en una “permanente incapacidad moral”, una grave calificación para un mandatario, pero al final generosa con un personajillo como Pedro Castillo.

Asimismo, como consecuencia de sus actos, el Parlamento de Perú decidió remover el fuero constitucional que impedía el juzgamiento de Castillo. Ahora la Fiscalía de Perú será la encargada de llevarlo ante los estrados judiciales.En Colombia, Petro, un personaje harto similar a Castillo, aunque más pavoroso, observa con preocupación, y esto me hace recordar una frase de Shakespeare en Enrique IV que no debemos olvidar los ciudadanos: “Inquieta vive la cabeza que lleva una corona”.

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