Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El Congreso empieza a despertar y los partidos políticos que habían brindado su apoyo al presidente les han dado la espalda a la reforma política y a la reforma a la salud en cuestión de semanas, dos de los proyectos más descabellados de Petro. Todo esto me recuerda aquella famosa canción que nos dice: “Todo tiene su final, nada dura para siempre / Tenemos que recordar que no existe eternidad”.
Los políticos que habían apoyado los proyectos del presidente, confiando, quizás, en la posibilidad de dialogar y obtener consensos con el Gobierno, hoy ven cómo esta expectativa fue defraudada. Sin embargo, quienes conocemos la forma de actuar de Petro y hemos observado cuidadosamente sus maneras de gobernar sabemos que con él todo es a las patadas y como él quiera, pues en el mundo de los extremos sabe comportarse como un terco tirano.
Muchos no logran entender por qué sigue obstinado en sus llamados a la unidad nacional, cuando no es capaz de mantener cohesionados ni siquiera a sus propios ministros. ¿Cómo pretende Petro obtener consensos y abrir espacios para el diálogo, cuando es un fracasado en sus propias trincheras?
Los liberales abrieron el camino para la generación de divisiones en los partidos de gobierno y la desbandada que hubo de concretarse. El Partido Liberal le dijo no al esperpento de reforma a la salud, causa a la que se sumaron otros partidos que ya van entendiendo que lo de Petro está siniestrado. Tanto el Partido de la U como el Partido Conservador le dijeron sí a la desbandada y rechazaron cualquier adhesión al proyecto. Es indiferente que un par de desconocidos parlamentarios de dichos partidos hubieran firmado la ponencia en la penumbra de la Semana Santa que marcaba el receso fáctico del Legislativo, a cambio, muy seguramente, de kilos de mermelada y litros de manzanilla, que al parecer será la nueva estrategia política del presidente.
Al indagar sobre las razones que llevaron a estos partidos a separarse de la coalición del gobierno brilla lo que todos ya sabíamos: el Gobierno es simplemente incapaz de dialogar y escuchar las propuestas de los demás, pues una cosa se dice y otra se hace, una cosa es lo que se acuerda y otra lo que finalmente escriben. Convencer a Petro de sus errores es imposible y ello parecer ser la fuente principal en la ingobernabilidad del terco tirano.
Por todo lo anterior es que los miembros del Partido de la U junto con los conservadores y los liberales le advirtieron al Gobierno que la única manera de contar con su apoyo era mediante la atención e incorporación de las propuestas y sugerencias de estos partidos. Sin embargo, como lo dijeron los liberales, este acuerdo por su parte ya no es posible, todo gracias a la destreza que tiene Petro de imponer su voluntad a las malas.
Es momento de que los partidos más afines a la Casa de Nariño sigan el ejemplo de las bancadas que desde ya se separan de la coalición de gobierno. Quizás de esta manera el Gobierno recapacite, entendiendo que los cambios que pretende realizar no pueden ser impuestos a sangre y fuego, y que la única manera de lograrlos es mediante el diálogo y la construcción conjunta con las fuerzas vivas de la sociedad interesadas en que Colombia no se vaya al carajo.
Todo navegante sabe que los barcos que están en medio de una tormenta solo pueden salir a flote gracias a las habilidades de sus capitanes. Sin embargo, Petro como capitán navega sin brújula, sin norte, llevando al país a las tormentas que él mismo hubiese podido evitar, pero no lo hace porque no quiere. Gobernar atrincherado insultando a todo el mundo ha sido su exitosa fórmula política, pero, claro, todo tiene un límite. Termino por el principio: “Todo tiene su final, nada dura para siempre / Tenemos que recordar que no existe eternidad”.
P. D. Dos campanazos y un proyecto hundido por el bien del país. Ojo, lo difícil era hundirle un proyecto y probablemente serán dos.
