A principios del próximo mes el gobierno -por llamarlo de alguna manera- del presidente Gustavo Petro llegará a su primera mitad. Sí, esa primera mitad que, en términos generales para cualquier presidente, viene acompañada de popularidad, ejecutorias importantes y bastante respaldo nacional. En el caso de Petro, el tránsito por la mitad de su gobierno no dejó nada bueno, ni siquiera esperanzador, y nos ha hecho pensar a millones de colombianos que en realidad ya tocamos fondo. El ejercicio del poder presidencial para Petro y sus alfiles no ha sido más que una payasada que ha afectado la vida de toda una nación.
El presidente Petro ha desperdiciado, con mucha pena y poca gloria, de una forma nunca vista, los años de luna de miel en el ejercicio del poder presidencial, y lo ha hecho sin ninguna ejecutoria significativa que de verdad sirva para transformar este país. De aquí en adelante todo es más difícil e incierto.
Sabedor de que no ha hecho nada transformador, salvo consolidar el odio de la mayoría hacia él y lo que representa, Petro incrementa la estrategia de poner en vilo al país con la temida y temible idea de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente para cambiar una cantidad de cosas interminables con estirpe refundacionista, como a él le gusta, pero que por ahora no necesitamos.
Nadie sensato quiere embarcarse en una constituyente, pues los actuales problemas de Colombia son otros bastante diferentes como para dejarse distraer de un gobierno con una popularidad que llega raspando al 38 %, en decadencia y contra el reloj, y sin proyecto serio en ninguna materia relevante.
La llegada de viejos zorros de la política nacional al gobierno de Petro y el mantenimiento de otros tantos que están desde el principio y que le juegan a la burocracia sin importar quién es el patrón, deja entrever la obsesión de Petro de meterle a su mala idea de una constituyente, políticos sin hígado ni principios, pretendiendo con ello dar la idea de estar sumando en vez de restando, como hasta ahora nos ha tenido Petro acostumbrados, y generar la falsa sensación de llegar a acuerdos con la sociedad que ambienten la cacareada constituyente.
Todos los colombianos debemos ser parte de la oposición mayoritaria a la loca idea de una constituyente, cuyo único real propósito es la vergonzosa idea de perpetuar a Petro en el poder. Lo demás es jugar con candela, y flaco favor le hacen al país algunos personajes cediendo terreno para viabilizar una constituyente, vía Congreso o vía decreto, pero al fin y al cabo constituyente.
Importante la futura labor de la justicia y las altas cortes, que tienen la misión de recordarle al Palacio de Nariño que su inquilino es transitorio y no perpetuo, y que la Constitución de 1991 es lo que es y no lo que Petro quiere que sea. La Corte Constitucional, desde semanas atrás, ha venido dando mensajes importantes que le recuerdan al Gobierno y a sus principales alfiles que eso de cambiar de Constitución o modificarla solo es posible a través de los medios contemplados en propia Constitución y no de cualquier manera.
Claramente me uno a la idea de que no puede despegar la idea de una constituyente. Pero voy más allá, el no es rotundo y tajante; no hay ni que discutirlo.