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Otro falso mesías

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Pablo Felipe Robledo
22 de junio de 2022 - 05:30 a. m.
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Soy de los que han creído que lo peor que le podía pasar a Colombia es que Petro fuera presidente. Y ocurrió. Sin embargo, debe entenderse esto dentro de la estricta literalidad. Es decir que no me refiero a que lo peor sea un gobierno de izquierda democrática o de centroizquierda, ni más faltaba.

Tenía claro que, por el bien de este país, la política podía moverse cada vez más hacia la centroizquierda o la izquierda y que entraríamos en una dinámica de cuasialternancia pendular del poder entre la izquierda y la derecha, ambas con sus matices, lo cual no solo era previsible sino además recomendable.

Pero lo que aquí ha pasado —así algunos quieran maquillarlo, otros minimizarlo y los demás aprovecharlo o acomodarlo para jugarse como veletas que lleva el viento— es aparatosamente grave, rabiosamente delirante y terriblemente impredecible.

Lo grave no es que Colombia haya elegido a un líder de izquierda como presidente; eso ni siquiera me hubiese generado el más leve trasnocho. No es eso. Aquí lo que ocurrió es que la mitad de los colombianos y un poquito más —muy poquito más— eligieron como presidente a un mal sujeto, a una mala persona, a un ser de mezquina condición humana, que gobernará sacando eso que es, pues fingir ser estadista, conciliador y amalgamador de la sociedad durará tanto como maquillaje de modelo de pasarela.

Petro es amante de las estrategias. Según él, todo vale con tal de ganar. Difamar al contradictor y aniquilarlo ha sido su consigna. Así lo ha hecho toda su vida y así lo hizo en esta campaña, lo cual me exime de prueba por ser un hecho notorio. Ha usado esta estrategia contra sus enemigos, incluso contra sus amigos, y lo ha hecho sin la más mínima consideración o respeto hacia quienes en el pasado lo han apoyado y batallado a su lado. Quienes hoy se creen amigos, cercanos o copartidarios de Petro, abran el ojo, mañana él los mandará a calificar servicios sin explicación y a punta de gritos y calumnias. Ya lo hizo cuando no tenía tanto poder; imagínenselo ahora que tendrá el poder presidencial. A su modo de verlo, es un poder omnímodo y omnipotente, porque su fuerza deriva de su autoatribuible condición de mesías, quien todo lo puede hacer y decir para que los demás, mortales como son, lo ejecuten u obedezcan.

Por leve mayoría se eligió al político que representa el odio, la calumnia, el autoritarismo y el mesianismo. Colombia no escogió ni a la izquierda ni al cambio para gobernar. Si miran lo que allí terminó reunido, encontrarán políticos tradicionales y corruptos que han deambulado por décadas por todos los partidos, y gente que ha estado en múltiples gobiernos rindiendo pleitesía a varios expresidentes, algunos de los cuales estuvieron en esta campaña, visible o soterradamente. Lo que ganó es una propuesta de cambio disfrazada por el populismo y por gran parte de la política tradicional acostumbrada a estar del lado que el sol más alumbra.

Petro convocará a una falsa unidad nacional, a personas que generen alguna confianza y digan que sí a todas sus locuras o rápidamente saldrán corriendo del gobierno, hastiadas de tantas inmundicias, como ya ocurrió con varios de los mejores y más importantes amigos de Petro cuando fue alcalde de Bogotá. Fracasada esta falsa unidad nacional, ahí sí empezará a gobernar a sus anchas y a ejecutar su plan, que no es más que el de “gobernar desde una trinchera”, como bien describen su estilo algunos de quienes mejor lo conocen.

Sigo creyendo que Petro se perpetuará, expropiará la propiedad privada y destrozará la columna vertebral de la economía de mercado. Esto, con el paso del tiempo, traerá decrecimiento económico, inflación descontrolada y desempleo abrumador, con la complicidad de muchos de quienes el domingo se tomaron la foto con él y ante la incredulidad de otros que dirán: “Petro nos engatusó”.

La gran contradicción es que Colombia votó desesperada por acabar con un falso mesías como Uribe para dejarse embaucar por otro falso mesías como Petro.

Me declaro en oposición desde hoy mismo.

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