Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00

Con detenimiento vi la entrevista que el periodista Félix de Bedout de Univisión le hizo al presidente Gustavo Petro, y las alocadas respuestas, que hicieron ver al mandatario como un activista muy lejos de ser un estadista.
Petro empieza diciendo que, como presidente, nunca se enteró de las repatriaciones de colombianos provenientes de Estados Unidos durante el gobierno de Biden, lo que significa que entraron 53 mil colombianos repatriados en aviones en 2024 en aproximadamente 400 vuelos, que el presidente jamás advirtió que aterrizaron en suelo patrio. Ahí vale la pena preguntarse, no dónde está el piloto, sino dónde estaba el presidente. Claramente eso nadie lo cree, y confirma que se trató de una rabieta no con la situación de los migrantes, sino una que le sirve de disculpa para armar un caos y una pelea monumental con el recién posesionado Trump.
A continuación, y quién sabe en ejercicio de cuál facultad legal, el presidente Petro –a pesar de que después de su rabieta y el ingreso en tres vuelos del avión presidencial con repatriados entró otro vuelo de las fuerza militares americanas repleto de colombianos repatriados esposados–, sentencia que no permitirá el ingreso en esas condiciones de más colombianos a Colombia, sin detenerse en que esa supuesta y futura prohibición de ingreso, constituye, obviamente, el más grande atropello a los derechos que tienen los repatriados de tocar suelo colombiano: un derecho inherente a la nacionalidad, pues esta no permite repudiar el ingreso de ningún connacional a suelo patrio.
También dijo Petro que si los Estados Unidos insisten en traer a los repatriados esposados en sus aviones militares, él –refiriéndose, claro, al gobierno de Colombia y a la plata de los colombianos– seguirá enviando aviones para traerlos. Sin embargo, cuando advierte que serían muchos vuelos, saca del sombrero la idea de traerlos en cruceros comerciales de paseo por el mar Caribe o por Océano Pacífico. Pero como eso quién sabe cuánto vale, dice que la plata saldrá del presupuesto, así eso no esté presupuestado. Al mismo tiempo confiesa, tragándose la dignidad, que pidió a Estados Unidos que le regalaran la gasolina y, ante la negativa, los tilda de tacaños. Al fin y al cabo, todo un mar de contradicciones entre dignidad e indignidad.
Posteriormente, el presidente Petro compara a Trump con Hitler, calificándolo de fascista. Ello es, pasa de discrepar en el tratamiento migratorio de repatriados a convertir a Trump en un monstruo de la historia viviente, lo cual es ciertamente descabellado pero, sobre todo, poco beneficioso a la hora de solucionar esta crisis binacional.
Durante la entrevista, y como ya es habitual, el presidente trató de escurrirse del tema recurriendo a sus trillados discursos sobre la crisis climática que genera las migraciones de sur a norte, el genocidio en Gaza, la lucha contra las drogas y todo tipo de asuntos, pero hay que reconocer que Félix de Bedout en varias ocasiones –al menos cinco– con maestría volvía a recortarle la pita a la cometa centrando de nuevo la entrevista en lo relacionado con los migrantes, sus repatriaciones y la grave crisis diplomática que una alucinada chambonada había generado en la madrugada con los insaciables trinos del presidente.
En fin, la entrevista con Univisión fue una nueva oportunidad para que Petro nos reafirmara que él siempre se comporta como lo que es: un activista lejos de ser un estadista.