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Se ha recorrido un largo camino científico-socio-político después de Primavera Silenciosa (1962), el libro en el que Rachel Carson advirtió sobre el peligro de los pesticidas para el ambiente y la biodiversidad. Tuvo lugar la conferencia de la Unesco, celebrada en París en 1968, en la que se lanzó el programa El Hombre y la Biosfera, que empezó en 1971. Se publicaron: el libro de Barbara Ward y René Dubos, Una Sola Tierra (1972), con la contribución de muchos científicos, para la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente Humano, que condujo a la creación del PNUMA; la Teoría General de los Sistemas (1968) de Ludwig von Bertalanffy; ¿Interrumpir el Crecimiento? de Aurelio Peccei, presidente del Club de Roma y su informe: Los límites del crecimiento (1972), elaborado por Donella Meadows, Dennis Meadows y colegas de MIT, con modelos de dinámica de sistemas (inteligencia artificial) de Jay Wright Forrester. Se ha estudiado la relación del hombre con la naturaleza y se ha profundizado en los conceptos de biosfera, ambiente y ecología (Francesco di Castri). En Colombia, hace 50 años, en 1974, se expidió el avanzado código ambiental.
Desde los sesenta, importantes movimientos sociales y ambientales en el mundo cuestionaron el modelo de crecimiento, consumo y sus residuos contaminantes.
En medio de una guerra fría y un conflicto militar que no termina, algunos países, políticos y sectores como la petroquímica, los combustibles fósiles, etcétera, han impulsado la globalización neoliberal, empleado innumerables mecanismos para fragmentar la institucionalidad y distraer la mirada del horror que significa la destrucción de los sistemas naturales; han negado la realidad de los impactos y efectos ambientales; han evadido su responsabilidad mayor y han cuestionado la capacidad de los modelos científicos para pronosticar escenarios planetarios futuros como el calentamiento global, la contaminación de los océanos, la destrucción de los ecosistemas. El cambio climático, con sus catástrofes actuales, evidencia el pronóstico temprano de Meadows sobre el colapso del sistema global, en medio de conflictos…
En los diversos organismos de la ONU, dedicados a tratar el problema ambiental, se han planteado los derechos de las minorías y los marginados y el derecho de todos al desarrollo. Han profundizado en cada componente ambiental como la biodiversidad, o en cada sistema como el climático, pero no han integrado el conjunto ni expresado en compromisos la relación de causalidad de los componentes; tampoco han logrado una verdadera integración con otras instituciones, el aparato productivo, la población y sus necesidades.
Por eso lo limitado de los escenarios de negociación de las COP. Los plazos fijados para cumplir metas y compromisos responden más a proyecciones económicas e intereses geopolíticos, que a modelos científicos de sistemas complejos socioeconómicos y ambientales. Los países desarrollados tienen estos modelos y conocen los tiempos y umbrales de los sistemas planetarios. Es necesario que los muestren para pasar de reuniones en las que se discuten y transan desacuerdos políticos, a verdaderos acuerdos de paz entre los humanos y con la naturaleza.
Ojalá esto se concrete en la COP16.
