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Ante la incertidumbre actual del 86 % de los franceses y la exasperación, rabia, inquietud y tristeza expresada por muchos, la dirección del programa L’événement de Tv5 Monde preguntó: ¿Hemos ensayado todo?
Después de 80 años de terminada la Segunda Guerra Mundial, continúan los coletazos producto de las tensiones que la generaron. Los acuerdos políticos y la creación de la ONU no sanaron una fractura geopolítica profunda, que nuevamente se manifestó en la guerra fría y hasta hoy en conflictos por todo el planeta.
Francia, maltrecha por la Segunda Guerra, tuvo que encarar viejas tensiones sociales y políticas en La Résistance. Logró responder a la crisis con la V República, una estructura de gobierno presidencial parlamentario y enfrentó los escenarios mundiales con independencia y fortaleciendo la Unión Europea.
De Gaulle, con maestría de estadista y audacia, fue determinante; grandes figuras lo acompañaron y los sectores sociales, empresariales y políticos lograron acuerdos en beneficio del país, como la seguridad social moderna. Después se fortaleció el país con una estrategia territorial para desconcentrar y grandes estructuras (no militares) de crecimiento y desarrollo: energía atómica, transporte férreo, informática, aviación, espacial, etcétera.
El equilibrio inestable de la V República se evidenció con la revolución cultural de mayo de 1968. De Gaulle se exasperó, trató a los inconformes de chienlit y concluyó: es una crisis de civilización. Aumentó los salarios y propuso reformas importantes en un referéndum constitucional que perdió; entonces renunció.
La institucionalidad creada le permitió a Francia progresar con tropiezos. Ante las aceleradas dinámicas geopolíticas de la globalización, el modelo interno se atascó en manos de una clase política notable, pero incapaz de reconocer los nuevos escenarios, aceptarlos y realizar las importantes transformaciones estructurales requeridas.
Esto necesita, entre otras, una VI República, profundamente democrática (no radical), en la que el desarrollo sea social, económico, ecológico y el crecimiento se controle. Los avances científicos, tecnológicos, informáticos lo permiten; los modelos de escenarios de sistemas dinámicos complejos para tomar decisiones existen en Francia; también existen la cultura y la capacidad del pueblo francés para una evolución pacífica.
Macron no acepta la realidad de la policrisis ni que el presidencialismo se agotó: está aferrado al poder y empeñado en que debe terminar su mandato pues el pueblo lo eligió. Toma decisiones personales como disolver la Asamblea Nacional. Los primeros ministros y demás ministros no duran, los quema. El motor francoalemán se fractura. Alemania, víctima del fracaso de su trípode Estados Unidos-Rusia-China, se arma y alienta el conflicto en Ucrania.
Macron desconoce en la práctica la crisis climática, de la agricultura, los pesticidas, la salud, las pensiones, la educación, la deuda externa (115 % del PIB), la excesiva burocracia, los ingresos, la desigualdad, ultramar y una economía en suspenso… Para sostener en vilo al nuevo primer ministro y que la Asamblea Nacional, fracturada políticamente, le apruebe el presupuesto, ofreció a los socialistas aplazar la aplicación del 49,3 que aumentó la edad de retiro. Si esto no funciona ¿Tendrá que cohabitar con la extrema derecha? ¿O salir?
