Los problemas de la democracia empiezan por los electores

Paloma Valencia Laserna
08 de marzo de 2011 - 03:37 a. m.

Mockus rechaza lo que él llama el “todo vale”, una formula según la cual el fin justifica los medios y le permite a los políticos utilizar cualquier estrategia si conduce a la obtención del poder. Es un racionamiento poderoso, pero desprecia la mitad del problema. Le atribuye todo el poder al político y el electorado se torna en una masa manipulable, dependiente. Los electores son mucho más que eso.

Colombia ha visto todo tipo de apoyos en la política; irradian desde organizaciones mafiosas, paramilitares y guerrilleras, empresas que se adueñan de legisladores y autoridades públicas a través de la financiación de campañas, contratistas que aseguran nuevos contratos, apoyos clientelistas o por dádivas. El único que parecería aceptable es el ideológico; un respaldo que se da desde una perspectiva abstracta, luego de una evaluación juiciosa donde se determina que candidato encarna nuestras propias ideas o tiene un programa que encontramos mejor que los otros.

Cuando hablamos de la proliferación de respaldos que no nos parecen aceptables, la critica real esta cayendo sobre la esencia misma de la democracia en Colombia. El problema de fondo es cómo votan los colombianos. Habría que distinguir dos casos: aquel donde la voluntad del votante es anulada, y vota sin querer hacerlo. Si, por ejemplo, los grupos al margen de la ley son capaces de imponer su voluntad sobre regiones enteras, la cuestión es ¿si no hay libertad, debería haber elecciones? ¿Existen ahí ciudadanos libres? ¿Todos están sometidos? ¿No hay espacio para la rebeldía? ¿Cómo se podrían distinguir? Qué pensarán quienes viven en esas zonas. Más aún, en zonas donde el Estado es el único empleador o donde las condiciones de pobreza son tan severas que un ingreso o empleo puede afectar significativamente la voluntad ¿los gamonales locales tienen las mismas capacidades coactivas de los violentos?

El otro caso, es cuando el voto se produce por unos intereses específicos que el votante entiende y elige, pero que desde la teoría no sería un voto limpio, como exigir dinero, puestos u otras dadivas. Este es, tal vez, el de mayor incidencia, por eso las campañas requieren tantos recursos para financiarse. ¿Si esto es lo que quiere el votante, su voto debería ser nulo? Ahora, lo que distingue a un votante que aspira a un empleo y otro que quiere obras especificas para su barrio es si su interés es individual o colectivo. ¿Para que la democracia sea sana todos los votantes deben procurar el interés colectivo?

¿Qué pasa con quienes votan inspirados en las modas periodísticas, y con los periodistas que venden sus opiniones al mejor postor? ¿Qué sucede si los medios no son neutrales, los votantes de opinión han sido influenciados mentirosamente?

La democracia es el peor sistema de gobierno, con excepción de todos los demás; decía Churchill. A pesar de las fallas, la democracia deja espacio para que cada individuo participe y pueda encarar la relación con el Estado como mejor le convenga. Hay que tomarse en serio la diferencia para poder entender la complejidad.

 

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