Bogotá es más Bogotá en las cuatro esquinas de la séptima con avenida Jiménez. Los años le sientan muy bien a la zona. Y ahora tiene la estación más linda de Transmilenio. Quiero detenerme allí, en dos restaurantes ubicados a pocos metros de distancia. Uno tiene ochenta años y el otro, ocho meses. La hazaña de ambos es incuestionable.
El Félix es un monumento gastronómico de la ciudad. Su menú español tiene los mismos años de su fundación. Apenas hace unos meses quitaron la alfombra roja de toda la vida. Sigue imperturbable el ascensor que sube al ahora retocado segundo piso, donde hay más aire, por la época. Y en las paredes continúan las maravillosas piezas del pintor y escultor Mardoqueo Montaña.
Los bogotanos conocieron la paella en sus mesas. Es de origen valenciano con sello propio: cambios en la textura del arroz y algunos ingredientes para complacer el gusto local. Otros clásicos de la casa son los callos a la madrileña y los riñones al jerez, platos que, curiosamente, sus clientes suelen pedir de entrada. El menú es el mismo, aunque hace poco regresó un viejo conocido: el rabo de toro que, como era costumbre después de las faenas, los llevaban a los restaurantes cercanos a las plazas de toros. Lo preparan en reducción de vino. Otro nuevo es la pasta negra, inspirado en otra receta propia, el arroz negro de Rosa, cocido en tinta de calamar, camarones y champiñones, éstos últimos generosos en sabor y textura. Para mi satisfacción, sigue firme la lengua alcaparrada.
Bajando por la Jiménez, a veinte metros de la séptima, a la izquierda, está la carrera séptima peatonal. Observas de una la entrada a Catrín, donde te reciben una foto de Lucho Bermúdez y un viejo piano. La escalera del tiempo te manda al salón de baile, el Metropol, donde se danzaron muchas historias. Los mismos muebles rojos, sus columnas adornadas con cobre, las mismas mesas inamovibles al piso, y su barra larga, con 33 sillas: ¡qué lindo! Esta vez lo reabrieron unos aventureros bogotanos, amorosos, con el sueño de que los 1.200 bohemios regresen, ahora con música mariachi, de banda y menú azteca. Probé la poderosa sopa de piedra a la oaxaqueña, con jitomates, cebollas, maíz, pescado, camarones y cilantro. También recomiendo el salmón en costra de tortillas, en salsa de mango, sobre un puré de maíz delicioso y ensalada de piña.
Evaluación CLAP: calidad, lugar, atención y precio: muy buenos.
Direcciones: Catrín, carrera 7 n.° 12C-36. Félix, avenida Jiménez n.° 4-82.