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Rabo de ají

Aplaudir la muerte

Pascual Gaviria
03 de febrero de 2021 - 03:00 a. m.

En un pequeño libro con reflexiones sobre la enfermedad, las torturas inevitables de los tratamientos y el cara a cara con la muerte, Christopher Hitchens dedica algunas páginas a preguntarse por las razones de quienes le desean una muerte lenta y dolorosa por su condición de ateo. Uno de los celebrantes asegura que merece ese castigo inobjetable y luego pronostica “la verdadera diversión, cuando vaya al fuego infernal”. En ese intento de contradecir a esos predicadores de la muerte, Hitchens interpela sus lógicas: “¿Ese autor anónimo quiere que sus opiniones sean leídas por mis hijos que no han cometido ninguna ofensa y también están pasando un momento complicado gracias al mismo dios?”. Ese deseo ferviente tiene una característica principal, según creo: un desprecio por lo humano en busca de congraciarse con un dios implacable, un alarde justiciero que olvida el dolor más cercano por la desmemoria que traen las creencias más “elevadas”.

La semana pasada me sorprendió la cantidad de mensajes en redes sociales que festejaban la muerte de Carlos Holmes Trujillo. También fundaban su alegría en la justicia, aunque no invocaban a dios, y ponían en la balanza algunos crímenes, ciertos o inventados, del Estado colombiano en los últimos años. La lógica era bastante primaria, muy parecida al ojo por ojo bíblico: el Estado ha matado, Trujillo era ministro de Defensa, por tanto debe pagar esas muertes con la suya. Creían hacer honor a las víctimas de los crímenes oficiales y vencer cierta indolencia, ser los agentes más comprometidos y valientes de unas causas nobles. Pero creo que sufren del mismo mal de quienes alentaban el cáncer de Hitchens: olvidan cualquier tipo de humanidad tras una creencia “elevada”. En últimas defendían una certeza política, tal vez ni siquiera un evangelio ideológico, sino un simple envenenamiento partidista, un odio basado en la vileza que tantas veces encarnan la política y las redes sociales. ¿Merecen la muerte nuestros contradictores? ¿Deben morir los funcionarios que nos parecen equivocados e indolentes, incluso malignos? ¿Son las declaraciones odiosas culpas suficientes para merecer las agonías?

Esa alegría macabra me hizo pensar también en la cobardía de quienes festejaban la muerte de Trujillo en el foro degradante y festivo que pueden ser las redes. Los justicieros se escudaban tras el virus, no asumían ninguna carga, ellos no habían tenido nada que ver, solo aplaudían la feliz coincidencia. Ni siquiera se hacían responsables de la crueldad de sus deseos, de sus íntimos instintos de verdugos. Esa noche seguro se durmieron pensando en lo dura que está la vida con este virus que nos acorrala y en la suerte que merecen día a día los mayores, a quienes queremos y respetamos.

En la mañana del día de la muerte de Trujillo entrevistamos a uno de los hijos en un programa radial. Hacía unos meses habíamos cuestionado a su padre en una entrevista en el mismo programa. El hijo contó los dramas de los últimos 20 días y por supuesto encomió a su padre. Su voz temblorosa me pareció más fuerte que todas las disputas políticas. Era el momento para oír un dolor, para encontrar una similitud y pensar en los ahogos que nos emparentan. Esculcando de nuevo el libro de Hitchens para escribir esta página, entendí lo terrible que puede ser esa celebración de la muerte, esa venganza que llevan la certeza y la risa: “No has vivido, si puedo decirlo así, hasta que has leído textos con ese tipo de satisfacción siniestra”.

 

Edgar(40706)21 de enero de 2024 - 05:54 p. m.
Lo comparto totalmente.
jose(60774)11 de febrero de 2021 - 12:31 a. m.
Una pregunta: ¿escribió usted, acaso, una columna en los mismos términos cunado la senadora Cabal afirmó de GGM estaría en el infierno con Castro? No lo recuerdo
Alicia(1840)04 de febrero de 2021 - 01:57 a. m.
Totalmente de acuerdo con el señor Pascual Gaviria. Antes de dar opiniones con ligera "espontaneidad" reflexionemos unos minutos. ¿Cómo defendemos el proceso de paz con posiciones guerreristas, atizando la venganza, el desquite y la pérfida alegría por el dolor del contrincante, así sea a quien consideramos nuestro opresor?
Mar(60274)03 de febrero de 2021 - 09:16 p. m.
Tristeza que porque se murió? tristeza de la gente que está viva y no tiene ni que comer porque el gobierno donde él se lucró se roba lo que a ellos les corresponde.
Caliche(62305)03 de febrero de 2021 - 08:41 p. m.
Pascual. Muy oportuna tu reflexión. El ser humano en su dolor y tragedia. Otra es la valoración del hombre público. En la muerte se cumple la democracia, igual para todos.
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