Publicidad

Asesinos por naturaleza

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Pascual Gaviria
03 de septiembre de 2008 - 02:32 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

UNA SILENCIOSA PARANOIA RECOrre la campaña presidencial norteamericana. Parece inevitable que los temores secretos de muchos, pesadillas que se alejan con un manotazo de razones, alcancen a tocar de cuando en cuando aguas más ciertas que las de los malos sueños.

Se intenta que la palabra asesinato salga del diccionario durante unos meses, pero no es fácil. La coincidencia de los aniversarios, las escenas repetidas en las películas, los tatuajes de los fanáticos y las banderas de las sectas se encargan de señalar la página y obligan al repaso permanente de la temida definición. Siempre leída en voz baja.

El primer presagio llegó con las palabras de una figura inquietante, una anciana de ochenta y ocho años investida con las dotes de adivinación que entrega la literatura. No diré una bruja para que no se me malentienda. En febrero de este año Doris Lessing, Premio Nobel en 2007, dijo con un tono de tranquila resignación: “Matarán a Obama si llega a ser el presidente norteamericano… Probablemente no duraría mucho tiempo un hombre negro en la posición de presidente. Ellos lo matarían”. Ese plural ambiguo e indefinido es un buen interrogante para el comienzo de la película.

Más tarde aparecerá un estudiante medio loco en un salón de clase en Miami. En medio de un curso para ser garante de fianzas decide levantar la mano y soltar un aporte inesperado: “Si Obama resulta electo lo asesinaré yo mismo”. Luego de la clase los compañeros le ponen la queja al FBI y Raymond Hunter Geisel es detenido por el cargo de amenazar al candidato demócrata a la Presidencia. Para no intentar nuevos guiones el joven de 22 años le dice a su interrogador que si quisiera matar a Obama usaría un rifle con mira telescópica. Las inspecciones a su Ford Explorer y a la habitación de hotel donde vivía su novia mostraron que Hunter era un fanfarrón con algún respaldo: municiones para un rifle calibre .223, radios de comunicación, uniformes militares, chalecos antibalas, gases paralizantes, una pistola 9 milímetros y un machete. Para completar el perfil digamos que Hunter mecía sus declarados trastornos mentales en el camarote de un velero anclado en Marathon, Florida.

La nota graciosa en medio del tenso ambiente de campaña la puso hace un mes la ex directora de The Washington Times. Durante una discusión en la cadena Fox News, la señora Liz Trotta dijo que una declaración de Hillary Clinton referida al asesinato de Robert Kennedy fue entendida por algunos como una sugerencia de que alguien debería matar a Osama… Muy pronto notó su lapsus y lo corrigió con una frase entre risas: “Ehh, a Obama, bueno, a ambos si hiciera falta”. Los amigos de las teorías conspirativas dirán en voz alta: “A todos ellos se refería la señora Lessing”.

Pero es hora de que haya algo de acción. Los sueños de un loquito en un velero no son suficientes para animar la cinta. Entonces una camioneta alquilada aparece tambaleándose por una autopista cercana a Denver. La conduce un hombre de 28 años en libertad condicional, animado por un poco de meth para ayudarle a la adrenalina. Su camioneta lleva dos rifles con miras telescópicas, chalecos antibalas, municiones, radios y unos cristales de metanfetaminas. Uno de los rifles fue robado en Kansas. Un delirio o un afán cierto lo llevan a confesar a sus captores que planeaba matar a Obama durante la Convención.

Van hasta donde un cómplice que disfruta de los resplandores de la meth cerca de un hotel donde supuestamente estaría Obama. Sólo encuentran unas pelucas y un poco más de drogas para gozar de la pirotecnia de la Convención Demócrata. Luego llegan hasta el edificio donde está otro supuesto cómplice. El hombre se tira desde el sexto piso y al fin tenemos a los policías corriendo. En el suelo, junto a los depósitos de basura, está Shawn Robert Adolf con su esvástica en el hombro y su anillo que rinde honor al führer. Los jefes de los 5.000 policías que cuidan a Obama deciden que son apenas tres locos alentados por los flashes de la droga y un delirio de grandeza blanca. Dependiendo del director, la película puede ser una pequeña farsa o un gran estreno de temporada.

www.rabodeaji.blogspot.com

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.