Han pasado los tiempos de la histeria y la ilusión, no es hora del temor al acabose ni de las proclamas a la utopía, es el momento de las justas proporciones. Para bien o para mal, la realidad impone mesuras y remedios. El gobierno ha mostrado más sus muecos que sus dientes y lo que llaman la institucionalidad ha respondido con luces y sombras, los alardes del fiscal en unos casos o los fallos cantados de la Corte Constitucional en otros. El Congreso conserva sus formas, más menudeo que ideología, más negociación que debate, pero igual a la hora de las grandes reformas no serán fáciles las pequeñas transacciones. Estamos ante una nueva normalidad, con cambios en el lenguaje y en el traje, con algunos énfasis que podrían tener buenos resultados si el gobierno se concentrara un poco más en el ejecutivo que en el legislativo, con choques inevitables y algunas veces saludables, con ausencias inexplicables y discursos entre astrales y ancestrales. Cunde el desorden, pero no el caos.
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Rabo de ají
Augurios
10 de enero de 2024 - 02:05 a. m.