Abimael Guzmán Reinoso dejó testimonio en su celda de un último acto para poner en vilo al gobierno del Perú. Su cuerpo en la Base Naval del Callao es a la vez trofeo y ultraje para las fuerzas políticas más importantes del país. Parece que el Presidente Gonzalo y la pulmonía que se lo llevó tenían muy buen sentido de la oportunidad. Falló por un día para morir en el 29° aniversario de su captura y revolvió a un gobierno recién llegado y a una oposición encabezada por el apellido de su principal verdugo. Y eligió un 11 de septiembre. Abimael siempre tuvo formas extremas, emparentadas con la muerte, para dejar sus mensajes y alentar sus delirios.
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En la Navidad de 1980, Sendero Luminoso comenzó a colgar perros muertos de los cables de la luz en el centro de Lima. Algunos estaban acompañados de carteles con el nombre de Deng Xiaoping, a quien repudiaban por desconocer el legado de Mao. Otros venían con amenazas de bombas. Una demencia más para aterrorizar a la población. Los temores de hoy son mucho más sutiles y están inspirados por el fantasma de Guzmán Reinoso y los recuerdos de las actuaciones, biografías y declaraciones de algunos funcionarios del presidente Pedro Castillo.
Muchos de los funcionarios de Castillo fueron en su momento simpatizantes de Sendero Luminoso. Se habla de al menos cinco ministros con vinculación directa al grupo guerrillero. Los casos más sonados son los del ministro de Trabajo, Íber Maraví Olarte, y el primer ministro, Guido Bellido. Según testimonios de uno de sus camaradas, rendidos en 1981, Maraví era el responsable de una célula en Huamanga, al norte de Ayacucho, donde nació el senderismo. Esos primeros actos dan cuenta de un ataque con bombas molotov a una empresa de servicios públicos y tres atentados contra la policía. Maraví ha dicho que repudia todos los actos de terror cometidos en el país. Igual ha puesto a disposición de Castillo su cargo. También tiene un proceso de 2014 por instigación al terrorismo por protestas en medio de una huelga. La muerte de Abimael desentierra de nuevo su vida como guerrillero y sus declaraciones públicas como líder del magisterio.
Por su parte, el primer ministro Bellido tiene desde 2017 una causa penal por el mismo delito. En su momento celebró un aniversario de la muerte de Edith Lagos, militante senderista dada de baja en 1981. Bellido escribió: “Nuestro mejor homenaje a ti, Edith Lagos”. Desde entonces ha defendido su declaración: “Yo estoy en la libertad de poder expresar lo que pienso… ¿No debo reconocer en las personas algunas características? O sea, ¿dejamos de ser peruanos?”.
El problema es que luego de la muerte de Abimael Guzmán el gobierno ha salido a condenar ese pasado violento, el terror de dos décadas que dejaron 70.000 muertos. El destino del cadáver del líder de Sendero Luminoso es ahora un asunto de Estado, y el ministro de Justicia, Aníbal Torres, sacó la declaración más contundente: “Hay que hacer presente a la población que haga movilizaciones en memoria de Abimael que es apología al delito y pueden ser procesados por esa razón”. Un delito con 15 años de cárcel, según el Código Penal peruano. Deben ser interesantes esos consejos de ministros. Mientras tanto, Keiko Fujimori habla de un gobierno infiltrado por una “ideología sangrienta”. Y por supuesto han salido las respuestas sobre los métodos de terror del gobierno de su padre.
Un cadáver muestra que el conflicto peruano de hace 20 años sigue siendo protagonista. Vladimiro Montesinos vela desde su celda en la misma Base Naval del Callao. Tiene 10 años menos que Guzmán Reinoso al morir, todavía no es tiempo para su última aparición.