Estados Unidos ha hecho de su política antidrogas un fundamentalismo intocable. Impulsar estrategias globales basadas en las taras morales y los prejuicios de sus funcionarios es un privilegio que puede resultar peligroso. Es seguro que en la Casa Blanca deben haber descubierto alguna vez, con algo de terror, que sus posturas coinciden con las de los talibanes o el régimen iraní. La policía talibana patrulla en la noche las calles de Kabul con fusiles y linternas para capturar a los consumidores y llevarlos al buen camino. Cuando usan métodos persuasivos deciden apalearlos y cuando quieren una solución definitiva les disparan. La cárcel y la desintoxicación obligatoria son las medidas más extrañas. Todo se hace bajo la supervisión del Ministerio de la Promoción de la Virtud. En Irán, por su parte, el 70 % de los presos están acusados o condenados por delitos relacionados con drogas y para algunos la condena puede ser la pena de muerte.
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Rabo de ají
De tres puntos
10 de agosto de 2022 - 05:30 a. m.
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