El mes previo a la primera vuelta es siempre un juego desesperado. El momento para los arrebatos del estratega, para usar los últimos dardos nada tranquilizantes, las teorías conspirativas y los anuncios de la llegada de la pólvora que entre nosotros es siempre una posibilidad. El final de la campaña es un reto de adrenalina para mantener en tensión a los votantes ya decididos y llamar la atención de los indecisos, tirarles un anzuelo brillante, una consigna, una mentira, un insulto efectivo a un rival, una propuesta indecente. El liderazgo de Petro en las encuestas ha entregado un ingrediente nuevo en un país donde la izquierda no ha gobernado (aunque algunos historiadores dicen que la Revolución en Marcha de López Pumarejo fue efectivamente un gobierno de izquierda) y donde llevamos dos décadas lidiando con el fantasma de la Venezuela chavista y otras histerias anticomunistas.
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Rabo de ají
Delirios de embalaje
25 de mayo de 2022 - 05:30 a. m.
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