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Dios nos libre

Pascual Gaviria

03 de noviembre de 2009 - 11:21 p. m.

ES UNA VERDADERA CALAMIDAD QUE las costumbres religiosas sean un insumo tan importante en la hora y el día de todas las comuniones electorales.

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Los fieles se acostumbran a oír los dictados de sus pastores, a asentir, a concurrir en fila para recibir una bendición y entregar un diezmo. Entonces muy fácilmente los fervientes creyentes terminan como fervientes votantes.

Con la llegada del Procurador al centro de la política colombiana han comenzado a agitarse temas religiosos y morales que muy seguramente serán importantes en las campañas por venir. En Medellín el tema del aborto en la clínica de la mujer ya causó un primer remesón político. La Procuraduría fue protagonista de primer orden al hacer eco de las reservas de los grupos católicos y los editoriales de la prensa conservadora. Con inusitada diligencia el Ministerio Público, cada vez con más aires de ministerio eclesial, creo un grupo especial de control preventivo para poner sobre el proyecto una lupa que no sólo ausculta sino que quema con su rayo de luz.

Pero el Procurador no es sólo un funcionario animado por la defensa de algunas ideas más que por la protección de todos los ciudadanos, sino también un polemista radical. Sería difícil negar que sus palabras alientan la discriminación. Uno de sus libros, que ojalá sea el único, sostiene que “considerar que el homosexualismo es una opción lícita resulta tan contra natura como pretender que el hombre puede optar entre ser racional o irracional”. Recordé a las niñas rechifladas y repudiadas por todo un colegio en Manizales por reconocer su homosexualidad. Imaginé al procurador dirigiendo la silbatina en compañía de la rectora.

Parece un contrasentido que las ideas del hombre “que representa los ciudadanos ante el Estado” sean incluso más recalcitrantes que las de los sacerdotes que representan al Dios católico en la tierra. Hace unos días las directivas de la Universidad Pontificia Bolivariana retiraron un aviso institucional en el que se equiparaba la homosexualidad con la drogadicción y se les daba connotaciones de anormalidad a quienes han elegido la opción de “hombre con hombre y mujer con mujer”. Las palabras del rector, no sé qué tan sinceras, son un ejemplo para Alejandro Ordóñez: “De ninguna manera se ha querido ir contra la dignidad de las personas que libremente hacen opción por la homosexualidad o el lesbianismo. Si alguno interpretó la valla como lesiva de sus derechos, la Universidad ofrece disculpas”.

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Europa lleva años discutiendo la presencia de los crucifijos en los salones de los colegios públicos. Para muchos la polémica es un capricho de los constitucionalistas y una revancha de los ateos. Un Cristo de madera es un símbolo tan familiar que se ve como un adorno inofensivo. Sin embargo, viendo la militancia de algunos agentes del Estado, su celo religioso y sus compromisos personales con una determinada fe, se entiende con claridad el peligro que puede representar el Cristo colgado encima del tablero. No en vano la Corte europea de Derechos Humanos acaba de decidir que los crucifijos en las aulas constituyen “una violación de la libertad religiosa de los alumnos”. Y yo agregaría que pueden animar a una discriminación por elecciones y comportamientos que van más allá del tema religioso.

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Ahora que estamos en el umbral del Estado de opinión el tema religioso se convierte en una peligrosa vara para medir a las minorías. Llevar la política hacia esos escenarios de triunfo bendecido y censuras morales será una tentación invencible con el Procurador como punta de lanza. Y sin duda Uribe usará su elocuencia de cura en vereda.

 wwwrabodeaji.blogspot.com

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