La bomba atómica era un rumor y una esperanza. La salvación frente a una guerra que se había alargado demasiado y la venganza frente al dolor y el orgullo de las grandes potencias. Especialmente, una manera de cumplir el discurso de Franklin D. Roosevelt el 8 de diciembre de 1941, ante el pleno del Congreso, un día después del ataque japonés a la base de Pearl Harbor en Hawái: “No importa cuánto tiempo nos tome superar esta invasión premeditada, el pueblo estadounidense con su honrada fuerza triunfará hasta la victoria absoluta”. Ese objetivo se lograría con el lanzamiento de la bomba atómica en la mañana del 6 de agosto de 1945,...
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