La palabra del rey es ley, dice el Eclesiastés, y los políticos recién elegidos entonan ese canto desde sus tronos, sean estos mayores en los balcones o menores en las sillas de las oficinas de la burocracia. Algo los convence de que su voz resuena incomparable. Después de recibir la majestad del mando se oyen más fuertes y más claros, el eco de los aduladores los invita a perorar y el ring de las redes sociales les promete el nocaut a sus opositores.
La verdad, tienen una justificación creíble. Luego del ejercicio de campaña todavía queda cuerda de discursos y deben gastar las palabras que les restan. De modo que una vez...
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