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Electores biches

Pascual Gaviria

21 de abril de 2010 - 01:21 a. m.

LA PÁGINA WEB DE LA COMISIÓN electoral británica deja caer un chiste flojo tras uno de sus enlaces que intenta aclarar mitos y verdades sobre la inscripción para votar en las próximas elecciones.

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“Mito: Inscribirte para votar te hace más atractivo. Verdad: Obviamente esto no es cierto, pero por qué no registrarse de todas formas”. Arrastrar a los jóvenes ingleses hasta la página de la “registraduría” no parece nada fácil, pero llevarlos hasta las urnas es desde hace años una obsesión convertida en fracaso.

En su momento Tony Blair intentó invitarlos desde más jóvenes. Con la lógica de pastor de iglesia de barrio propuso rebajar de 18 a 16 años el listón de la mayoría de edad electoral. Para cortejarlos antes de que se arisquen demasiado y saquen las púas de la indiferencia. La iniciativa no tuvo éxito y los números de la elección de 2005 dicen que sólo el 37% de los electores entre 18 y 24 años se animaron a asistir a la “fiesta democrática”. La participación general fue del 61%.

El llamado neutro de los organismos estatales a la responsabilidad personal y la conciencia colectiva sólo sirve para aburrir un poco más a la abúlica muchachada. Ni siquiera el mensaje ciudadano de los actores y las cantantes mueve la aguja recelosa y despistada de los más jóvenes. Se necesita una figura para el culto personal, un gesto que se asemeje a una obscenidad en contra de los viejos males, un guiño de complicidad que no todos entiendan, un actor con habilidades para la improvisación y el drama.

Todo parece indicar que los jóvenes ingleses lo han encontrado hace poco. Nick Clegg, un liberal que juega por fuera de los laboristas y los conservadores, ateo confeso, joven problema en sus años de escolar, esquiador con agallas y antropólogo de profesión, acaba de salir ganador en un reciente debate televisado que lo enfrentó a Gordon Brown, jefe del gobierno laborista, y a David Cameron, líder de los tories. Según las encuestas Clegg ha pasado a ser el líder preferido para los electores potenciales entre 18 y 34 años con un 41%. En contra del 26 y 28% de sus contendores. El plazo para inscribirse está cerca de terminar y Clegg confía en tener muchos votos que aún no han sido contados.

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Las virtudes del voto joven están encarnadas en sus posibilidades para la traición. Los entusiasmos son tan volubles como el Top 10 de los vídeos de la semana. El elector primíparo es caprichoso y sensiblero, puede llorar en la marcha de un candidato y votar por su rival. Al fin y al cabo acaba de entrar al juego, apenas está probando las reglas, todavía no ha sufrido una consecuencia de sus decisiones en el cubículo. Entiéndase que hablo de quienes recién han activado su mecanismo de votantes. No de las maquinitas fatigosas, de los conejos Duracell del activismo joven y no tan joven.

En la campaña colombiana no hay duda de que Antanas Mockus ha despertado un entusiasmo entre los jóvenes. Ocho años de carrielones y copleros, de oratoria de Holguín Sardi y estampa de Valencia Cossio, han logrado renovar a un político que parecía haber entregado todas sus sorpresas y todas sus innovaciones. Un candidato con el disfraz eterno del profesor ahora luce como una reluciente aparición. José Galat dirá que es una irresponsabilidad inconcebible, pero tal vez el resultado de las próximas elecciones dependa en buena parte de las levedades juveniles, de sus apostasías de último minuto y sus efervescencias de un día.

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