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Especie amenazada

Pascual Gaviria

05 de agosto de 2008 - 08:55 p. m.

HE COMENZADO A VER LAS MONJAS con otros ojos. Los ojos cautivos del biólogo en busca de la especie amenazada. Me detengo cuando veo una pareja caminando a sobresaltos fuera de su hábitat.

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Imposible saber algo acerca de su alimentación o de sus gustos en las vitrinas, caminan lentas pero decididas a encontrar cuanto antes la fresca madriguera en la puerta lateral de alguna iglesia. Tienen algo de palomas pero no gastan su tiempo en revoloteos y desdeñan a los vendedores de crispetas. Aunque hablan entre arrullos como sus primas aladas.

En los primeros años escolares pude conocer de cerca algunos individuos de las subespecies teresiana y benedictina. Por mi corta experiencia diré que hay dos tipos de monjas: las que se comportan como madres universales y conservan la cualidad de la risa y las que asumen el papel de madrastras severas y pierden sus dientes para desarrollar una especie de pico amenazante.

España, donde están las más impresionantes pajareras, edificaciones que algunos llaman conventos y que brillan por sus silencio y su limpieza, ha comenzado a sufrir la extinción de sus religiosas. Abundan los conventos habitados por tres o cuatro monjas, palacios con una abeja reina y dos obreras que se arrinconan en un extremo del panal y rezan para alejar a los depredadores. En medio de la ciudad, la gran pajarera, el convento fabuloso, el panal abandonado es una especie de reliquia viviente. Con una boleta los turistas pueden incluso ver a las monjas en sus tareas, las últimas monjas en sus últimas tareas, porque su promedio de edad casi siempre supera los ochenta años. Muy pronto las monjas serán representadas por actrices para que los turistas puedan ver un mundo extinguido, como lo imaginó Proust en La muerte de las catedrales. En las ciudades es normal que los conventos se conviertan en hoteles y las monjas sean enviadas a morir en pajareras rurales un poco más pobladas.

Para ellas ese traslado significa siempre un dolor: una necesidad biológica las llama a morir en el sitio escogido para su reclusión. Al igual que sucede con otras especies, América y África sirven como continentes proveedores de monjas para los complejos turísticos que han visto reducido su atractivo a un casco de ladrillo abandonado entre piedras y viento. Hace poco salió una buena embajada de especímenes guatemaltecos para regentar una hermosa pajarera de Agustinas en Levante. Las monjas también se encargarán de cuidar la desmemoria de algunos ancianos. Y la propia.

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En España también es normal ver a las provincias y a los ayuntamientos peleando por el tesoro que ha dejado la clausura de algún convento. Hace 10 años los museos de Aragón y Cataluña se pelean las joyas del convento de Sijena. Tres años después de la muerte de la última monja se enteraron de que el balancín y los adornos de la jaula no tenían dueño. Y vino la rapiña sobre el santo nido de las pobres monjas. En Italia el asunto ha sido más grave. Hace poco el Santo Padre, gavilán para los efectos, debió cerrar un convento en Bari porque las tres monjas que porfiaban entre sus muros habían entrado en discordias mayores. Seguro eran tres monjas de las de pico a cambio de sonrisa y dientes.

Para no ser olvidadas, 678 hermanas de Notre Dame que viven en conventos de Estados Unidos han decidido participar en el más importante estudio sobre el Alzheimer. Las monjas, con hábitos, alimentación y rutinas muy similares, donarán sus cerebros al afán de los investigadores en aras de demostrar su buen corazón.

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Cómo han cambiado los tiempos. Entre 1901 y 1903 vivió Juan Ramón Jiménez en un convento de monjas en Madrid. Dos años “de los más felices de mi vida”, dice el poeta y dedica algunos versos arrebatados a sus compañeras de celda: “Hermana Pilar, ¿tienes aún tan negros tus ojos? ¿Y tu boca tan fresca y tan roja? Y tus pechos... ¿cómo tienes los pechos? Ay, ¿te acuerdas cuando entrabas en las altas horas en mi cuarto, cuando me llamabas como una madre, cuando me reñías como a un niño?”. Lástima que estemos en los tiempos de la extinción y del bisturí de los neurólogos.

wwwrabodeaji.blogspot.com

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