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Estallidos en Ucrania

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Pascual Gaviria
02 de marzo de 2022 - 05:30 a. m.
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La Unión Soviética comenzó a tambalear en el norte de Ucrania, muy cerca de la frontera con Bielorrusia. En abril de 1986, el estallido de uno de los cuatro reactores en la central nuclear de Chernóbil hizo que el mundo soviético, su heroicidad y sus valores se contaminaran con la radiación y la incredulidad: “Porque en la memoria quedarán juntos: el desmoronamiento del socialismo y la catástrofe de Chernóbil. Han coincidido. Chernóbil ha acelerado la descomposición de la Unión Soviética. Ha hecho volar por los aires el imperio”. Las palabras son de Guenadi Grushevói, científico y diputado del Parlamento de Bielorrusia al momento del accidente nuclear. Y la cita hace parte del libro Voces de Chernóbil, escrito por la premio nobel bielorrusa Svetlana Alexiévich. Allí están los monólogos y los coros de hombres y mujeres que vivieron esa pesadilla al despertar.

La guerra era el referente para una sociedad acostumbrada a las grandes gestas y las increíbles amenazas. Los militares fueron con sus fusiles a combatir los átomos de uranio, las malditas fugas de torio. “Los soldados de fuego”, los llamaban los periódicos y la radio. Muchos de ellos murieron hinchados con las medallas de honor recién puestas: “Quería hacer algo heroico, poner a prueba mi carácter. ¿Puede que fuera una reacción infantil? Pero gente como yo resultábamos ser la mayoría, y en nuestra unidad servían chicos de toda la Unión Soviética: rusos, ucranianos, kazajos, armenios… Nos sentíamos alarmados y, por alguna razón, alegres”. Había una pasión por el riesgo, un deseo de repetir las hazañas de los padres que habían estado en la guerra. Los pilotos de combate dormían en el bosque junto al reactor estallado. Los veteranos de Afganistán añoraban otra forma de morir: “Una bala en la frente. He estado en el ‘Afgan’. Allí la cosa era más fácil. Una bala y…”. Habla el coro de los soldados.

Se culpaba a los enemigos: las trampas de la CIA, la maldad de Occidente que había destruido la inteligencia rusa. Hasta los robots hechos para patrullar en Marte se enloquecían en los campos de radiación. Pero los uniformes habían perdido sentido y los soldados desorientados disparaban contra los animales en los pueblos desolados. Era imposible ser un héroe cuando un hijo moría contaminado por una gorra que su padre había traído de esa batalla contra lo invisible: “Esta cultura de la guerra se desmoronó literalmente ante mis ojos. Ingresamos en un mundo opaco en el que el mal no da explicación alguna, no se pone al descubierto e ignora la ley”. Ahora habla de propia Svetlana Alexiévich.

Entonces era imposible creer en el carnet del partido, en las consignas, en las palabras de los grandes líderes. Antes, no solo los soldados creían. La ciencia también estaba por debajo de las grandes palabras. Gorbachov salía en la televisión y decía que se habían tomado medidas urgentes y la situación se estaba normalizando: “Yo le creía. Yo, un ingeniero con 20 años de experiencia, buen conocedor de las leyes de la física… Nos hemos acostumbrado a creer. Yo soy de la generación de las posguerra y estoy educado en esta creencia”. Habla Marat Filípovich, exingeniero jefe del Instituto de Energía Nuclear en Bielorrusia.

Putin le habla hoy a una generación muy distinta. A los hijos de la desconfianza frente a los sueños militares, a millones de renegados ante la gloria de los tanques de combate: “Ahora también a mí me parece que son otros quienes gobiernan el mundo, que nosotros, con todas nuestras armas y con nuestras naves cósmicas, somos como niños”. La sentencia es de Valentín Alexéyevich, otro científico nuclear. Y tal vez sea una frase dirigida a un exoficial de la KGB.

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Oscar(5340)03 de marzo de 2022 - 05:20 p. m.
Marta Lucia Ramirez y Pascual Gaviria, los expertos en Ucrania !!!
cristina(c6x7w)03 de marzo de 2022 - 03:13 p. m.
Necesario hacer una lectura objetiva de lo que ocurre en el mundo, lastima este sesgo de columna.
Felipe(97456)03 de marzo de 2022 - 09:03 a. m.
Los “otros” que gobiernan el mundo son más malos que todo el infierno... o ya se le olvidó ... que jartera con un tipo Tan convencional y que solo se mira el ombligo! Por lo menos tuviera un solo pensamiento propio... disculpe con id. Eso es pedir demasiado!
Lorenzo(2045)03 de marzo de 2022 - 03:06 a. m.
¡Yugoslavia ñato, Yugoslavia! Nene, vos heredero de la Casa Gaviria notablato de alta prosapia. Mancito este al que le gusta tanto el fútbol no pudo ver en vivo y en directo el Mundial de Fútbol Alemania-1974. La selección de los OTAN-descuartizados balcanes tenía un jugadorazo de apellido Oblak. Te perdiste de todo un crack que se tragaba la cancha. Destrozada Yugoslavia, arriba el narcisismo!
Lalo(70277)03 de marzo de 2022 - 01:56 a. m.
Otro tonto opinador que se alinea con las conveniencias de la propaganda de esa nefasta alianza entre gringos y sus sirvientas europeas. Ahora resulta que lo que está bien hacer en Occidente no lo está en Rusia. Bonita manera de opinar. No nos crea tan pendejos. Sea serio e infórmese primero para hablar de un asunto que se ve que lo supera por donde intente analizarlo
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