El expresidente Donald Trump demostró cómo la política y la realidad pueden habitar mundos distintos. Los discursos y los hechos no necesitan puntos de contacto para conseguir nuevos votantes y hacer más fieles a los antiguos. El estilo Trump logró que su personalidad levantara un muro —ese sí se pudo alzar— para impedir la posibilidad de un debate medianamente informado y alentar la adhesión a un estilo y una colección de prejuicios: hizo más importante defender ciertos modos de desprecio que señalar políticas económicas, más clave exhibir gustos de consumo que respetar mínimas costumbres democráticas, más emocionante el...
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