YIYUN LI ES UN INESPERADO DESCUbrimiento, una especie de Susan Boyle de la literatura, guardadas todas las proporciones.
La escritora china llegó a las letras en medio de un taller literario al que acudió para despejar su cabeza en los días finales de sus estudios de medicina. Hacía unos años había dejado China al igual que muchos de sus compañeros de universidad en Pekín: “En la era posterior a Tiananmen, el sueño de la democracia estaba rebasado, y las preocupaciones más inmediatas del bienestar personal habían tomado su lugar. Fue un triunfo para el gobierno también. Los integrantes de una generación joven se habían convertido en migrantes o en colaboradores”. Ya en Estados Unidos, en la universidad Iowa, uno de sus cuentos dejó asustado al profesor y muy pronto Li estaba convertida en una cuentista destacada a la que por supuesto los reseñistas comparaban con Chéjov.
En los días muertos de enero terminé su primera novela, The vagrants, escrita en inglés y traducida al español como Las puertas del paraíso. La historia transcurre en un pueblo menor que comienza a disfrutar un tibio apogeo industrial. Los personajes, niños y ancianos en su mayoría, viven las dificultades y las sorpresas que uno imagina para una tribu de cazadores-recolectores. Todo el tiempo un ir y venir de granos y especias, de confites y ramas secas que es necesario guardar con celo; y por todas partes bolsillos falsos, cuencos ocultos y cajones dobles. Por encima de todo está la voz del Partido Comunista, sus noticias, sus canciones, los susurros que provocan las tensiones políticas, las miradas marciales de los maestros, el recelo de los vecinos.
La novela está llena de traiciones. Los niños sin darse cuenta delatan a sus padres, los padres condenan a sus hijos para protegerlos, los esposos se distancian dependiendo de qué tan cerca estén del imán inevitable del partido: “Empezó un tiempo de cambio, pero era difícil confiar en los vecinos. Mi historia se inspira en la ejecución de dos mujeres de forma consecutiva que perdieron su vida por manifestar sus diferencias con el régimen comunista. Quería mostrar el comportamiento del ser humano en situaciones límite. Los susurros pueden asfixiarte”. Todo transcurre en un momento de incertidumbres luego de la muerte de Mao. Las facciones dentro del partido están en un pulso indescifrable y silencioso, algunos jóvenes sienten que es hora de hablar, algunos jefes comunistas piensan que es hora de apretar.
Fue inevitable pensar en Cuba. En la guardería Amiguitos de Martí, en los consejos de las señoras a los más jóvenes en medio de un camión convertido en bus para no hablar más de la cuenta, en los Comités de Defensa de la Revolución que sospechan desde casas de puertas y ventanas cerradas. El gobierno de Raúl Castro sacará de aquí a marzo a 500.000 trabajadores estatales para salvar a la isla del abismo según sus propias palabras. Las oficinas públicas cubanas son desde comienzos de este año un reino para las desconfianzas, las intrigas y el miedo. Al final todo se resolverá según las mezquindades personales. Lo dice claro un personaje de la novela de Yiyun Li, un viejo maestro desahuciado por contrarrevolucionarios y comunistas: “… no es la fuerza revolucionaria lo que impulsa la historia, sino el deseo de la gente de subirse en la giba del vecino y cagarse y mearse donde a uno le dé la gana”.