Entre nosotros los escritores no han sido ajenos al exilio mullido de las embajadas. Siempre se encontraban motivos para esos nombramientos: su inteligencia, sus maneras, su intuición frente a otras culturas y sus galardones los hacían dignos de representar al país. No negociarían tratados, pero despertarían alguna expectativa, al fin y al cabo un escritor es siempre una incógnita. Y es posible que pudieran tener suerte con la esposa de algún ministro o alegrar las aburridas conmemoraciones nacionales. Y los presidentes podrían guardar sus informes en un cajón con llave y se ahorrarían sus consejos o sus posibles reprimendas. La...
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